Vulnera Sanentum |Dramione|

24.Miedo

El cabello de Ginny Weasley parecía lava sobre la almohada de la enfermería, los músculos de su rostro estaban relajados pues dormía plácidamente, sus ojos se movían por debajo de sus parpados indicando que soñaba. Observaba desde una distancia aceptable todos estos detalles hasta el punto de sentir envidia, hacía tanto que no descansaba así, el insomnio precisamente era el culpable de que me encontrara allí, después de dar miles de vueltas sobre la cama, el amanecer se coló por mi ventana, advirtiéndome que los actos cometidos por la noche tendrían consecuencias por la mañana. Debía ir a clases, enfrentarme a Ron Weasley y el resto de las personas que querrían hacerme daño después de enterarse de lo ocurrido en la torre de Gryffindor, aunque Slughorn y McGonagall estuviesen convencidos de que yo no había cometido aquellos actos por mi propia voluntad, la culpa me carcomía por dentro, ninguno de los Weasley habían sido de mi agrado jamás, pero estaba complemente seguro que no era capaz de hacerles daño de esa forma. Un comentario cruel, tal vez, una broma de mal gusto, sin dudarlo, pero estrangulación, nunca. Al menos eso creía, con frecuencia repasaba la lista mental de las cosas que siempre juré que no haría: matar, implorar, ser un mortifago... Mi antebrazo ardía con fuerza cada vez que lo pensaba.

Un movimiento involuntario ocasionado por el sueño hizo que la pelirroja diera un salto hacia un costado, dejando a la vista los moretones de su cuello, una punzada atravesó mi pecho.

—No quiero más sopa, Mamá. — musitó mientras se limpiaba la saliva que inundaba su mentón. El gen Weasley era para tomarse en serio.

Con temor a que despertara y no poder explicar con claridad que hacía allí, decidí ir a mi primera clase del día. Encantamientos. El profesor Flitwick se encargaba de prepararnos para nuestros exámenes EXTASIS, reforzando los encantamientos de los años pasados y enseñando uno que otro nuevo. Esa asignatura la compartíamos con alumnos de Ravenclaw y Gryffindor. Al entrar al aula pude notar como las miradas se fijaban brevemente sobre mí, ya me había acostumbrado. Mientras el profesor organizaba ideas en una pizarra los demás alumnos tomaban asiento, detrás de mí se encontraba Longbotton y junto al él, Ron Weasley.

— ¿Dónde están Harry y Hermione?— escuché que preguntaba a Weasley.

—Hermione ayuda a McGonagall con algo y Harry en la enfermería, esperando a que Ginny despierte. — Subió el tono molesto, asegurándose que lo escuchara.

Simplemente ignoré el comentario y me encargue de hojear el libro de la materia.

—Muy bien, si ya estamos todos listos, comencemos con la clase. — El profesor se dirigió a nosotros desde la pila de libros que solía usar como escalón. —Durante años le he enseñado la correcta pronunciación de los encantamientos, y quiero pensar que la mayoría de ustedes los saben ejecutar con efectividad. —

—Seamus sigue incendiando cosas, profesor. — Se burló Dean Thomas, provocando leves risas.

—Acordaremos asesorías por las tardes, señor Finnigan. — Puntualizó graciosamente el profesor. —A lo que quiero llegar, es que durante este curso, irónicamente, todo ese conocimiento de pronunciación a la hora de conjurar un hechizo ya no sea necesario. Me refiero a nada más y nada menos que a la magia no verbal.

Los murmullos aumentaron con tal afirmación, la magia no verbal es conocimiento muy avanzado para cualquier mago, con Finnigan aprendiendo no me sorprendería ver como el gran comedor se incendia espontáneamente.

—Comenzaremos con encantamientos de primer año, los conocen bien y los encontrarán más sencillos. Ahora, lo que garantizará que su hechizo funcione correctamente es la concentración, deben tener su mente como un pergamino en blanco, sostener con firmeza su varita y siguiendo el movimiento de la misma, escribir en su cabeza el hechizo que quieran realizar, vean la palabra tomar forma. — Sin decir nada más hizo levitar por unos segundos el libro de una de las alumnas de Ravenclaw para luego volverlo a poner en su lugar.