12. Pociones

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Las clases empezaron son cierta naturalidad, hasta que se dieron las diez de la mañana.

Pociones.

Durante el transcurso al aula intentaba no pensar en lo ocurrido en el comedor horas antes, tal vez estaba condenado ha pasar momentos incómodos en ese lugar.

Si bien había compartido clases con los Gryffindor durante la mañana no me había dignado a mirarlos, ni siquiera cuando escuche mi apellido acompañado por la frase "...lo que paso en el ministerio, Harry" de la boca de la sabelotodo  Granger. 

No podía comprender porque el afán de meter las narices en lo que no les importa, si así se ponían por haberles negado un desayuno no podía imaginar como se habían sentido todos los años anteriores tras mi notorio rechazo.

Y aunque un nudo en mi garganta se formaba cada que pensaba en lo ocurrido no quería darles la satisfacción de saber que aquello me incomodaba.

Al entrar a la clase del profesor Slughorn, él ya estaba explicando que poción realizaríamos durante la hora.

La mayoría de los alumnos lo miraban con interes, tres no despegaban la vista de mi mientras me intruducía en el salón.

Sin querer llamar su atención del profesor me dirigí hasta la parte de atrás, cosa que no funciono. 

— Joven Malfoy, ¿qué hace hasta allá? le he apartado en lugar al frente —

— No se hubiera molestado — Conteste en tono prepotente.

Su expresión se torno de amable y atenta a una casi avergonzada. Pos supuesto la ignoré. 

Pero antes de poder tomar mi lugar donde había pensado desde el principio una voz molesta interrumpió.

 —No se lo tome a mal profesor, algunas personas simplemente no saben ser agradecidos—.

La voz tajante de Granger dejo en helados a todos, incluyendo a sus dos mejores amigos que la miraban con la boca abierta.

Sabia que su comentario no tenía que ver con lo sucedido momentos antes, y también sabia que no se lo dejaría pasar.

— Y algunas personas no saben cerrar la boca cuando no se les llama—

Si antes solo se escuchaban las respiraciones de los demás, en ese momento no se escucho absolutamente nada.

Tuvieron que pasar al menos tres segundos para que Weasley tomara la palabra.

Me parecía tan ridículo queriendo ser valiente, personas como el me causaban ganas de reír con tan solo mirarlas. 

— No le hables así — Intento sonar confiado, pero no pudo evitar tartamudear.

No me sorprendió para nada, era bien sabido que ellos habían iniciado una relación unos meses atrás. Recordé haber visto un ejemplar del profeta con ellos en la portada con el titulo de "Amor Mágico"  arrumbado en una esquina de la mansión como todos los números anteriores.

El profesor trataba de poner calmar la situación pero cuando quiso acercarse mas a nosotros un mal movimiento de brazos ocasiono que su maletín (que se encontraba en su escritorio) cayera al suelo fuertemente, se escucharon crujir algunos cristales dentro de el.

Se detuvo en seco para recogerlo del piso, lo abrió para revisar los daños provocando que el olor del contenido de los frascos llegara a nuestras narices.

Fue muy tarde cuando visualice los rostros de mis compañeros, eran pasibles, sonrientes e incluso somnolientos.

Algunos se miraron entre si enrojecidos. 

Pero ese no fue mi caso, a penas pude inclinarme un poco para alcanzar una mochila que se encontraba a mi costado y así poder vomitar dentro de ella. 

Longbottom salio un poco de su trance para poder pronunciar su ya recurrente frase mientras me miraba molesto.

"¿Por qué siempre a mi?"


 Ese olor que causaba que todos se enternecieran, aquel olor que a todos les parecía gustar,

era parte de mis pesadillas. 




Vulnera Sanentum |Dramione|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora