№2 - Una vida tranquila ✓

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Editado: 10/12/22

Jimin

Los rayos de sol que entraban por la ventana pegaban directamente a mis ojos haciéndome gruñir por lo molesto que era. Sorprendentemente la casa estaba en silencio y solamente se podía apreciar el canto de los pájaros a esta hora de la mañana. Ya me había desvelado, pero aún no quería abrir los ojos. Estaba demasiado cómodo en mi cama. Sin comprobar la hora sabía que era bien pronto pues mi cuerpo ya estaba acostumbrado a levantarse a las 7 de la mañana.

Finalmente decidí levantarme porque tenía muchas tareas que hacer. Me vestí con una camisa de cuadros y mis tejanos después de ducharme y salí para ir a desayunar algo ligero. Aunque estaba todo muy silencioso, podía oler el café que seguramente mi madre estaba preparando, como cada mañana.

— Buenos días —saludé y me encontré a mi madre y un par de huéspedes que se quedaban en nuestra posada. Una posada rural, con granja y cerca del pueblo. Muchos visitantes se quedaban un par de noches para disfrutar de unos días del campo.

Vivíamos en un pequeño pueblo bastante alejado del núcleo urbano. Mi familia desde siempre se había dedicado exclusivamente en lo que el campo podía ofrecer.

Cuidábamos animales, teníamos un huerto enorme donde se cosechaban diferentes cultivos y posteriormente se vendían. Por otro lado, al tener una casa grande, se quiso sacar beneficio de ello y se convirtió en una posada. En el segundo piso se encontraban nuestras habitaciones, la de mis padres, la de mi hermana y mi habitación y en el primer piso habían 4 habitaciones disponibles para los visitantes que se alojaban. Algunas habitaciones tenían literas para compartir con otros huéspedes, otras habitaciones eran más individuales, teniendo una cama o dos. Dependiendo de lo que los huéspedes eligiesen al registrarse.

La vida en un pueblo es muy tranquila, el aire es puro y muchas veces te sientes en paz. Vivir aquí es vivir sin prisas, sin ansiedad y sin estrés diario. Estaba rodeado de naturaleza y tenía una vida saludable ya que consumíamos nuestras propias cosechas y los alimentos que comprábamos también eran naturales.

Llevaba 26 años viviendo aquí, es decir, toda mi vida.

— Buenos días, Jimin —contestó mi madre, una señora de 55 años. Se dedicaba a gestionar nuestra pequeña posada, atendiendo a los huéspedes y revisando que la estancia de estos sea la mar de satisfecha. Era la persona más educada y amable del mundo. Amaba las personas y le encantaba que visitantes de otras ciudades e incluso de otros países se alojaran en nuestra casa. A parte de la gestión de la posada, también se encargaba de montar un puesto para vender la cosecha que se recolectaba de nuestra propia granja.

Estaba sirviéndose una taza de café. La pareja que estaba sentada en la mesa me saludaron tímidamente, al parecer eran de Estados Unidos y habían venido a Corea para conocer nuestra cultura. Mi madre me habló—. Tu hermana me ha dicho que te pida a ver si hoy puedes ir a ayudarla al mercadillo de la plaza, al parecer debe llevar muchas cajas. Yo hoy me quedaré aquí haciendo otras tareas.

Normalmente tenía que ayudar a limpiar la casa, el establo, el cercado de las gallinas y el jardín pero sí podía, por un día, escaquearme de esas tareas, iría de cabeza.

— Sí, claro. —contesté, tampoco me importaba mucho.

— Luego sigues con tus tareas de siempre — me dijo y le miré con pucheros. Mi madre se río y siguió hablando— Aunque me mires así, no te libras... Por ahora claro, hasta que busques otro trabajo...

— Bueeeeno... De momento no. Tampoco es que haya mucho trabajo en este pueblo —dije rindiéndome y me sirvió unas tostadas que estaban preparadas y un café.

Punto y Aparte » Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora