Capítulo 8: No la dejes sola.

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Los jóvenes se dirigen al Castillo del Rey, para así poder hablar con el regente de la aldea Claro Este. Edmund esta vez va delante, guiando a los desconocidos hacia el interior del gran edificio, mientras que las chicas Jena, Lizäri y el joven enano Renfaz aguardan en la plaza para no interferir en asuntos privados.

Denathal y Won van detrás del joven príncipe, quien los guía hacia donde se encuentra el Rey. Al llegar ante el mismo, éste se encuentra de espaldas mirando por una ventana a lo que es su aldea y sus adyacencias, siendo interrumpido por la voz de su amado hijo Edmund.

—Padre, con permiso, he traído a alguien que necesita hablar contigo.

El Rey voltea a ver quién es y de inmediato reconoce al joven venthyr.

—¿Oh, eres Denathal? Eres igual a tu padre, Delmas —expresa con alegría el regente de la aldea.

Denathal se sorprende y da una leve sonrisa al escuchar pronunciar su nombre.

—Cómo has crecido, seguro no te acuerdas de mí, claro... eras solo un bebé. ¿Cómo está tu padre? Hace tiempo que no lo veo... —pregunta el Rey.

Denathal suspira antes de decir:

—Mi padre... murió hace unos meses. Estaba débil debido a un caos que se ha desatado en el oeste sombrío. Tratando de frenarlos, falleció. Vengo ante usted por recomendación de mi padre.

El rey se alarma y siente pesar en su corazón por la noticia, pero preocupado por la situación en el oeste, hace a un lado su sentir y le pregunta:

—¿Qué está sucediendo en el oeste sombrío, joven Denathal?

—Los ogros han comenzado a invadir las aldeas de alrededor. No sé qué sucedió, parece que han estado tramando esto desde hace mucho porque... hasta pudimos notar... algunos humanos y enanos aliados con los ogros —responde el joven venthyr.

—¡¿HUMANOS Y ENANOS?! —exclama el Rey—. ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Estás seguro de lo que dices?

—Señor, no jugaríamos con algo tan serio como eso. Solo queremos la paz. Esta lucha ha dejado a muchos de nosotros sin familia y pronto nos quedaremos sin hogar también —responde Won, quien ha estado más atrás en total silencio.

El Rey lo mira detenidamente y le pregunta:

—¿Eres el hijo de Sir Walter Crin?

—Sí, señor. Él era mi honorable padre... fue asesinado por un ogro —responde el joven huargen con semblante serio y un poco molesto—. Han ido destruyendo a todos. Mi familia, mi clan y el clan de Denathal ya casi están... extinguiéndose.

—¿También él?

El Rey comienza a ponerse las manos en el cabello, alterado por la noticia.

—¡¿Qué está pasando en el oeste sombrío... qué pasa?!

El rey, con su decisión ya tomada, le da una orden a su hijo:

—Muy bien, no podemos perder el tiempo aquí, ¡Edmund!

—¡Sí, Padre!

—Por favor, reúne a todos los comandantes, generales y capitanes en la plaza central, ¡es para ayer!

—Enseguida, Padre. —Se retira haciendo reverencia y procede a enviar mensajes por medio de lechuzas y halcones a los comandantes, generales y capitanes; y a otros por medio de Guardias Arcanos a caballo.

Mientras tanto, Lizäri se impacienta y decide ir a ver qué sucede, no sin antes ser detenida por Jena.

—¿Adónde vas, Lizäri?

—Suelta, necesito saber qué pasa, han tardado demasiado, ¿y si le hicieron algo a Denathal y a Won? —responde Lizäri mientras se libera de Jena y corre hacia dentro del castillo, llegando al recinto donde están Denathal y Won reunidos con el Rey—. Con permiso, Rey Peter.

Voltea a ver a Denathal, comprobando que están bien.

—¿Pequeña Lizäri, cómo estás? —dice el Rey, a la vez que se dirige a ella para abrazarla. Él estuvo pendiente de su crianza por haber perdido a sus padres a corta edad, con la ayuda de la maga Daerys, quien era la mejor amiga de su madre Flora.

—Muy bien, mi Rey. —Le corresponde el abrazo, pues lo admira y respeta mucho. Luego dirige su mirada a Denathal, viéndolo un poco nostálgico. Siente tristeza por verlo así y decide acercarse a él.

—¿Todo está bien, Denathal? —dice colocando sus manos en las manos de él, pero al tocarlo siente una corriente en su pecho que nubla su mente por completo, tornando sus ojos totalmente blancos—. Aaaaaaaaaaaah —suelta un grito y en segundos la joven pierde el control.

Lizäri se comienza a sentir extraña, con un poder de repente ajeno para ella, mirando sus manos y desconociendo por completo todo a su alrededor y a los presentes.

—Lizäri, ¿qué te pasa? ¿¡LIZÄRI!? —exclama alarmado y extrañado el joven Denathal.

La toma de los hombros tratando de calmarla, pero esta vez no responde a su voz. La joven cazadora no reacciona y comienza a arremeter en contra del venthyr, su conciencia no estaba en ella, por lo que no se percata de que lastima a Denathal.

Won, que estaba presente, queda atónito por el inesperado cambio en la chica de ojos verdes. El Rey Peter también estaba pasmado, reacciona enseguida deteniendo a Lizäri, pero fue en vano. En cuestión de segundos, Denathal ha sido herido por el brusco y repentino ataque, con heridas en su pecho, brazos y cuello. Lizäri vuelve en sí y queda horrorizada al ver el estado del joven venthyr.

—¿Qué fue lo que...? —mira sus manos ensangrentadas y se da cuenta de que fue ella—. ¿Yo? ¡¿Qué hice?!

Con terror por lo que ha hecho, comienza a desesperarse y, sin pensarlo, sale corriendo del lugar.

—Síganla —ordena su majestad, deteniendo por un momento al vampiro—. Denathal, hijo, no la dejes sola —pide el Rey, comprendiendo la razón de su comportamiento.

Denathal asiente y corre tras ella, saliendo del castillo. Jena y Renfaz, que están en la plaza, se espantan al ver a su amiga correr y llorar.

—¿Qué le pasó a Lizäri? ¿Por qué corre...? —pregunta Jena.

Renfaz observa a Denathal, herido en los brazos y el pecho, con la camisa desgarrada.

—Denathal, ¿qué pasa? —pregunta Jena, sorprendida al verlo en ese estado.

—Lo siento, voy a adelantarme —responde, mientras comienza a correr a gran velocidad, pues los venthyr se caracterizan por ser veloces, especialmente él.

Detrás de Denathal va el joven huargen, quien se detiene a esperar al enano y a la elfa.

—¡Won, qué sucede! —repite Jena, desesperada por saber qué pasa.

—Pues... —titubea, sin encontrar cómo explicar lo sucedido.

—Vamos, Jena —dice Renfaz, apresurando sus pasos.

Lizäri se precipita hacia las afueras de la aldea, por la puerta norte, un lugar poco transitado debido a las criaturas salvajes que habitan la zona: osos peliblancos feroces, aves rapiña-viento y otras especies muy violentas y peligrosas.

La joven corre sin parar, llorando y preocupada por lo que le hizo a Denathal. Se dirige hacia unas cuevas al sur de la aldea, en un lugar poco explorado. Siente tanto asco y repulsión de sí misma que no le importa nada y no se da cuenta de hacia dónde se dirige.

—¿Qué es lo que me está sucediendo? ¿Por qué lo ataqué?

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