Capítulo 19: No me arrepiento.

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Luego de haber estado por un buen rato cerca del bosque Claro Este, los chicos regresan de las afueras de la aldea, unos platicando, algunos en silencio en el caso de Jena, Edmund y Renfaz. Lizäri está inmersa en sus pensamientos y preparando a su mente y sí misma, por lo que pronto comenzará a realizar, Denathal y Won van juntos, también en total calma; el vampiro observa de reojo a la chica de cabello caoba.

Todos llegan a las puertas de la aldea, por la entrada Oeste, rumbo a sus cabañas y en el caso de Denathal, el joven huargen y el príncipe, al castillo del Rey Peters. El chico de ojos rojizos se despide de Lizäri con una mirada y asintiendo con delicadeza. Los demás jóvenes, Tyreesa, Vía, Tommus, Clarisa y Narva, siguieron a sus cabañas, despidiéndose y dejando a Renfaz y a la elfa, cerca del hogar de Lizäri.

—Liza —dice Jena sin apartar la vista en el camino—, eres mi amiga, más que eso, te considero mi hermana, por lo que... —hace una pausa y se detiene en el camino, tomando a su amiga con sutileza por los hombros.

»No te presionaré, confía en mí, pero —vuelve a hacer una breve pausa y ve con seguridad a los ojos verdes de la chica—. Sobre todo, confía en ti, sé que puedes con todo.

Lizäri al escuchar a su amiga apoyarla y animarla, suelta una pequeña lágrima, abrazándola y agradeciéndole por siempre estar a su lado.

—Amiga, no sabes lo mucho que te quiero, gracias por tus palabras, perdón por no contarte —suelta un suspiro profundo, pues aún no comprende cuando fue que comenzó todo esto.

—Yo sé que no es fácil para ti por todo lo que has pasado en tan poco tiempo —dice Jena.

Renfaz también está presente, escuchando todo lo que sus amigas comparten entre sí. Él también se preocupa por todo lo que ha vivido la joven cazadora, sabe también que no es fácil y trata de ser fuerte para darle la energía necesaria.

—Tienes mi apoyo total, ranita —menciona el enano a Lizäri

—Gracias, chicos —dice mientras se acerca a la puerta de su cabaña con más optimismo por las palabras de sus amigos, sabe con certeza que debe protegerlos a roda costa, son su vida y su alegría.

—Descansa Liza, nos vemos mañana para entrenar —Lizäri asiente y entra a la cabaña para así descansar.

*

Es un nuevo día, Lizäri está despierta desde temprano, había pasado toda la noche pensando en lo que la maga Daerys le dijo a ella y a Denathal. Procede a desayunar algo, pero se da cuenta de que no tiene nada, por lo que sale de la cabaña, rumbo al barrio comercial, a comprar algo de comida.

Mientras camina unos ciento cincuenta kilómetros, aún pensativa. Va observando cada puesto y se detiene en uno a comprar unas arepas, queso y también leche, a ella le gusta el café, por lo que compra granos enteros, para luego molerlos en su cabaña y hacer un tipo de infusión, endulzado con miel de abejas. Edmund va caminando por el mismo lugar y observa a Lizäri comprando, por lo que se acerca a ella a saludarla.

—Hola Liza, ¿Cómo amaneces? —dice con cautela el joven príncipe.

—Ed, estoy bien. ¿Y tú? —pregunta

—Bien... —hace una pausa, en su mente hay una mezcla de celos y sentimientos encontrados por todo lo ocurrido—. Liza, sería bueno que no estés tanto tiempo junto a ese vampiro.

Lizäri voltea a ver a Edmund con cara de asombro y molestia por lo dicho.

—Mira todo lo que ha pasado desde que él llegó. Además...

—Edmund, te aprecio mucho, pero por favor, él no tiene ninguna culpa...

—Eso no lo sé, pero...

—¡Pero nada Ed! —interrumpe exaltada la joven cazadora—, ¿vas a cuestionar las decisiones de tu padre?

—Lizäri, ¿Por qué tardaste tanto ayer? Me preocupa todo lo que está ocurriéndote, desde que...

—¡Edmund! no puedo decir nada más y no te preocupes por mí —finaliza mientras se marcha rumbo a su casa, va un poco fastidiada por las palabras del príncipe. Ésta no se da cuenta y choca con Jena, quien ya los había visualizado mucho antes e iba a saludar.

—¡Ay! —exclama la joven elfa quien ha caído al suelo.

—Amiga, lo siento no te vi —dice

—No te preocupes, pero... ¿Por qué discutías con Ed? —dice, mientras es ayudada por su amiga a levantarse

—Pregúntale a él, no sé qué le ocurre —enuncia la joven de ojos verdes—. Voy a casa, luego nos vemos.

—Liza... —dice Denathal, este acompañado de Won, se acercaban sigilosamente desde el castillo del Rey.

Ella voltea y ve los ojos rojizos del vampiro, está un poco frustrada por lo acontecido con Edmund.

—¿Cómo estás, preciosa? —pregunta el joven vampiro.

—Bien, voy a casa.

Nuevamente, emprende su viaje hasta su cabaña, entrando rápidamente y cierra la puerta. Coloca las compras en una mesa de madera que tiene y se sienta en una silla, colocando sus brazos encima de la mesa, cruzados y su cabeza acostada en ellos. Comienza a derramar lágrimas de tristeza, de desesperación, de confusión, de no saber por qué le sucede todo a ella.

—No entiendo, madre. Como puedo hacer esto, no puedo. Yo no puedo.

Denathal decide seguirla, no sin antes decirle en susurro a Won, que se quedase con los demás. Llega a la cabaña de Lizäri y toca la misma de forma suave. La joven se levanta, se limpia los ojos y procede a abrir la puerta lentamente, mira y se queda perpleja al ver esos ojos rojizos que tanto le calman.

—Denathal, ¿qué haces aquí?

—No puedo dejar de no hacer nada. ¿Puedo pasar? —pregunta, esperando la confirmación de la joven de cabello caoba.

—Pasa —dice Lizäri, mientras abre un poco más la puerta y se hace a un lado para dejar que el vampiro acceda.

—Es muy linda y ordenada tu cabaña —menciona el joven para darle ánimos a Lizäri.

—Hago lo que puedo, el desorden me crea estrés.

—Somos iguales en ese aspecto... —hace una pausa, al mismo tiempo que se sienta en una de las sillas de madera.

Lizäri se vuelve a sentar en la misma silla en la que se había sentado antes que el vampiro llegase, aún extrañada por la visita, pues no acostumbra a dejar pasar a nadie. Solo Jena ha estado dentro de la misma y eso solo por ser su mejor amiga.

—Lizäri, para mí es difícil verte de esa manera, sé lo que sientes, sé que no es fácil y ya te lo dije, pero lo vuelvo a repetir —menciona y añade—. No estás sola, estaré contigo, tienes grandes amigos y sé que lo que sea que tenga ese péndulo, podrás con ello.

»No te niego que será difícil, pero si no nos fortalecemos y crecemos, jamás seremos lo que anhelamos en esta vida.

—No sé, no entiendo por qué está ocurriéndome estas cosas —dice desconcertada la joven.

—Créeme que tampoco lo entiendo, pero sí sé que no debemos permitir que se hagan con ese poder.

—Tampoco me gusta que te echen la culpa a ti.

—Es normal, preciosa, no los culpo —dice—. Para ellos no es fácil conocer a nuevas personas y además de eso, que lleguen a cambiar todo.

»Solo sé una cosa, es que, a pesar de todo, el destino nos hizo conocernos y por eso, no me arrepiento de haber cruzado al Claro Este... 

LizäriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora