Un hombre solitario camina por la oscura noche parisina. Da pasos largos y cautelosos, cuidando de no hacer mucho ruido en el jardín de Versalles.
— ¿Qué es lo que estas planeando querido obispo ?— rompe el silencio una voz de tintes barítono pero con un volumen casi inaudible.Está en medio de un monologo interno, una batalla inagotable entre él y sus pensamientos. Preguntas y respuestas, conocimiento sobre aquel plan que prefiero no oír y que ahora lamentaba. Si tan solo hubiese dejado hablar aquel religioso ahora no tendría en el cuerpo aquella sensación de traición y peligro.
— Si tan solo supiese que es lo que está pasando a mí alrededor todo sería mucho más fácil — se muerde ligeramente el labio superior tirando con fuerza algunos pelos de su afamado bigote.
Nervioso como pocas veces en su vida se ha encontrado se lleva una de las manos para presionar atrás de su cabeza, en el sector de la nuca. Cada día que pasa el cuerpo le va molestando aún más y aquel peso que lleva encerrado en su alma parece escapar bajo las sombras de sus ojeras o el grisáceo de sus canas.
El mosquetero dio unos cuantos pasos en silencio observando con su vista de lince las puntas de sus botas oscuras como si de ellas provinieran las respuestas a sus preguntas. Estaba tan sumergido en sus reflexiones que al escuchar una voz detrás de él se detuvo en seco y luego dibujó una pequeña sonrisa en su rostro. Una sonrisa de esas que dicaría a su propio hijo.
— Buenas noches —saludó en tono amable a la persona que segundos antes lo había llamado a sus espaldas.— Veo que no puede dormir capitán — el joven se posiciono frente a su superior mirándolo con gentileza, admiración y dudas.
— Los años no vienen solos — comenzó a hablar el hombre de pelo entrecano y ojos azul intenso mientras su mano volvía a la rigidez de esconderse tras su espalda — y con el paso del tiempo, lo van marcando a uno cada vez más y lamentablemente para mi muchacho, el insomnio es una de esas marcas — continuo hablando sin perder la sonrisa de sus labios mientras usaba aquel tono jovial que tenía para su mano lugarteniente — Pero... –su vista se fijó con interés y preocupación en su interlocutor – pero en cambio vos sois aún muy joven para tener este tipo de marcas Andre.
— Se equivoca señor — respondió de manera enérgica y tenaz el joven mosquetero — En los últimos días han pasado muchos eventos y nadie que se preocupe por el rey puede dormir como es debido. Nadie debería de estar tranquilo mientras la vida del rey corre peligro, capitán — el sentimiento era tan grande que, el rostro del joven mosquetero fue cambiando con cada una de las palabras. Paso de estar con una alegre sonrisa a que su semblante estuviera con un temblé totalmente frio y preocupado. Ahora poseía aquella postura que alcanzaban los uniformados cuando vuelven de una fiesta. De hombres mortales se vuelven fíeles soldados en un abrir y cerrar de ojos.La sonrisa del mayor de los dos hombres fue tierna mirando de la misma forma a aquel mozalbete que lo acompañaba. Con un gesto totalmente paternal y cariñoso colocó su mano derecha sobre uno de los hombros de su interlocutor para poder darle un ligero y cálido apretón. Una muestra afectuosa y protectora que con muy pocos tenía.
—Tranquilo amigo mío. — agrego de forma pausado y con toda la tranquilidad del mundo. Treville había sido un gran maestro con él, duro pero buen maestro — Ni a Francia, ni al rey ni a mi nos va a servir que no duerma. Francia y su majestad necesitan hombres que quieran a su patria con devoción sí, pero que estén alertas y para eso debes de dormir.
El lugarteniente escuchaba con mucha atención aquellas palabras, una total tranquilidad que simplemente era la muestra de la espera de un pequeño momento para poder refutar a su capitán. Pero este lo conocía bien, como a tantos otros que estaban bajo su enseñanza, y además había que agregar que de cierto modo él se veía reflejado en aquel mozalbete. La única diferencia era la sangre: nadie le ganaba nunca a un gascón.
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El hombre de la mascara de hierro: El secreto de la vida
FanfictionLos mosqueteros se vuelven a reunir como en viejas épocas por el bien de Francia. Su nuevo objetivo es salvar al pueblo frances de las manos de del joven gobernante, Luis XIV. Athos, Porthos y Aramis ponen en marcha el plan, un peligroso plan p...