Magnifico Valor

239 6 0
                                    


D'artagnan se había quedado en la habitación a solas con Luisa de la Valliere hasta ver que por fin la joven se había entregado a los brazos de Morfeo.

Ella dormía tan profundamente que al mosquetero no le costó salir de la habitación sin hacer ruido, aquello había sido fácil pensó D'artagnan hasta que al juntar las hojas de la puerta, sintió la punta de la boca de una pistola presionaba contra su espalda. El gascón respiro profundamente mientras cerraba los ojos.

- ¿Qué quieres? – preguntó el hombre en tono cansado.


- Nada capitán, no es su culpa sigo ordenes – le contesto un voz gruesa detrás de él.

El mosquetero se giró lentamente para encontrarse cara a cara con el ladrón que le había robado a Ana de Austria en el bosque.

- ¿Quién te dejo entrar? – la ceja del mosquetero se alzó mirando a sus alrededores.


- Pensé que a estas alturas lo había adivinado D'artagnan, tenía entendido que usted era muy rápido. – el hombre se separó un poco del mosquetero sin dejarlo de apuntar con la pistola - no debió haberme dejado con vida.


- No ...- al gascón le paso algo por la mente - si es quien yo creo que es, es mejor que bajes la pistola y prometo que te dejare ir, lo hice una vez y te puedo perdonar la vida de nuevo

- Capitán, lo siento pero no tiene derecho a perdonarme la vida si es a usted a quien le están apuntando con un arma. – el ladrón hizo una pausa para mojarse los labios - pero le puedo ofrecer algo, será una muerta rápida sí usted deja la espada a un costado y no se resiste.

Al mosquetero no le quedó otra que acceder a la petición del hombre y se quitó la espada con mucho cuidado. No podía creer que no hubiese ningún mosquetero dando vueltas por ahí, desde la ventana podía ver a un par de centinelas pero estaban lejos para escucharlo menos para ver la escena desde lejos.


- ¿Y bien? ¿Tendré que esperar mucho para que me des el tiro de gracia? – preguntó el gascón un tanto cabreado. Su mente buscaba una salida, quizás si llamaba la atención podría lograr algo.

- Es valeroso que quiera morir tan pronto

- Me temo que Madame no ha pensado en todo – el mosquetero se sonrió de costado triunfante como buen gascón - Me vas a disparar, quizás tienes la suerte de darme de tal manera que me mates con un solo tiró, eso sería el mejor plan para ti - D'artagnan alzo sus manos para colocarlas detrás de su cabeza - pero apenas mis mosqueteros escuchen el tiro tendrás a veinte hombres arriba tuyo ¿Lo has pensando?¿Vale la pena matarme?

- Eso no me importa señor – el pulso le temblaba al bandido pero eso no le impedía seguir con la pistola apuntando a su presa - Usted mato a mi hermano. Madame solo nos dijo que teníamos que asustar aquel carruaje y perdí a mi hermano, usted lo mato - el bandido se acercó más a al mosquetero, la boca de la pistola daba justo al pecho del mosquetero.

- Muy bien puedes tomar mi vida como yo he tomado la de tu hermano es lo más justo pero escúchame una cosa...- D'artagnan miró los ojos de aquel hombre y pudo ver el dolor, estaba claro que estaba allí mas por venganza que por seguir ordenes - Madame ¿te ha dicho algo del plan? ¿Te lo ha contado todo?

- ¿Y eso acaso importa?

- No, pero ya que me voy a morir no tienes por qué tener miedo de que yo pueda decir algo. Puedes contestarme un par de preguntas. Dime una cosa ¿Haz asaltado el carruaje de la reina madre solo por qué te lo pidió ella? - el mosquetero dio un paso bien seguro hacia su verdugo, no tenía miedo de morir o salir herido, ahora solo le preocupaba salvar a su hijo. - ¿O te ha contado algún tipo de historia inventada por ella? No se puede confiar en ella.

El hombre dudo en contar la verdad pero el tiro era tan seguro que no podía fallar, solo un tonto podría errarle a un blanco tan fácil.

- Madame de Chevreuse nos dijo que quien iba en el carruaje era la reina madre y que ella junto a sus amigos iban a traicionar a nuestro país ¿Cómo se puede confiar en una española? Ella iba poner a un hijo bastardo en el trono, en el trono de Francia. Con mi hermano estábamos seguros de que esto iba ayudar a Francia pero apareciste tú de la nada y lo mataste, eso no estaba en los planes ¡Eso no estaba en los planes! ¡Tú no tenías que aparecer! - el hombre no lo pensó sino que impulsado por la rabia disparo a sangre fría hiriendo al mosquetero en el hombro izquierdo - si tú estas del lado de los traidores deberás morir como todos ellos

El mosquetero se mordió el labio para no gritar, la bala había entrado y salido, aunque el dolor era muy grande no dejo de estar erguido frente al hombre que le había disparado. D'artagnan llevó su mano derecha hacia la herida para intentar parar la hemorragia. Debía aguantar, el tiro seguramente había llamado la atención de alguien, un mosquetero o cualquier otra persona.

El hombre de la mascara de hierro: El secreto de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora