Hugo odiaba la escuela, ya que no sólo tenía que aguantar el maltrato en su casa sino también el de sus compañeros. Algunos de los alumnos de su clase por alguna razón que desconocía siempre lo molestaban, incluso a veces le jugaban bromas muy pesadas.
— Buenos días niños — saludó el profesor entrando por la puerta y observando cómo los menores iban sentándose cada uno en sus asientos — Hoy voy a recoger sus tareas, así que por favor vayan sacándolas — avisó mientras dejaba su portafolios en el escritorio y se dirigía a los pupitres de sus estudiantes.
Ruiz como siempre había hecho su tarea, pero el problema era que...
— Hey idiota — susurraron desde atrás a la vez que pateaban su silla — Entrégame tu tarea, o a la salida vas a ver — amenazaron haciendo que Hugo mordiera su labio inferior y ocultara su miedo.
Por lo tanto el menor volteo sobre su eje y le entregó la hoja — Aquí tienes — ofreció mientras una expresión de tristeza se formaba en su cara.
El profesor -por su parte- no se había percatado de nada, así que cuando llegó para reclamar la tarea del niño, este le respondió con un; — No la hice.
— ¿No la hiciste? — preguntó el mayor — ¿Hugo por qué nunca haces los trabajos? — cuestionó esperando alguna respuesta del contrario, pero en cambio solo obtuvo silencio — ¿Habrá que llamar a tu mamá para que lo sepa?
— ¡¡No!! — interrumpió, asustando al profesor — ... No, por favor... no se lo diga... por favor — suplico mirando con temor al mayor.
— ¿Hugo sucede algo con tu madre? — interpelo preocupado.
— Na-Nada... Todo está bien — mintió a la misma vez que intentaba formar una sonrisa, pero eso solo hizo que el contrario tuviera más sospechas.
— De acuerdo, entonces qué te parece si intentas hacer el trabajo ahora ¿sí? — exclamó el profesor, a lo que Ruiz asintió con la cabeza de forma tímida.
— ... Gracias.
. . .
El tiempo pasaba y la hora del almuerzo estaba llegando, por lo tanto Hugo se apresuraba para guardar sus cosas y salir corriendo hacia el comedor.
Y una vez llegó, se adelantó a ponerse en la fila para pedir su comida, hoy era día de malteadas así que quería un poco al menos, por ello -cuando llegó su turno- pidió el que más le gustaba, sin embargo...
— Oh gracias, al fin — comentó su compañero de antes -el cual le había robado su tarea- para quitarle su bandeja y darle una mordida a su sándwich.
— E.. Eso es mío — murmuró Hugo mientras veía como el contrario le daba un sorbo a su malteada.
— ¿Qué dijiste? — cuestionó el bravucón mirando con ironía al más pequeño.
— Na-Nada... lo si-siento — tartamudeo con miedo.
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Catarsis
RandomHugo, de solo 8 años, siempre subía la gran colina que había detrás de su casa solo para soltar un globo como obsequio al cielo, con el pensamiento de que éste algún día llegará a las manos de su difunta abuelita, pero quién realmente los recibía er...