— Lu ¿que es eso de amo? — preguntó el niño mientras cocinaba unos pancakes concentradamente, pues no quería arruinarlo, así que quería dar lo mejor de si mismo, además de que quería demostrarle al mayor que tan bueno era cocinando.
El ángel recalculo la pregunta del menor, para luego -avergonzado- responder; — Hugo me salvó, así que ahora es mi amo, debo hacer todo lo que mi amo me dice.
— No tienes que hacerlo Lukyan — mencionó el menor apenado, ya que no quería aprovecharse de la amabilidad del contrario.
— ¡Pero yo quiero!
Esta era la primera vez que el ángel gritaba, así que aquello había tomado por sorpresa a Ruiz, aunque para el mayor parecía que lo había asustado, por lo que se levantó de la silla y se disculpó para luego salir corriendo hacia la puerta principal y alejarse de la casa con rapidez.
— ¡Espera Lu! ¡Espera! — gritaba el pequeño niño tratando de detener al pelinegro, pero este último era mucho más veloz que sus cortas piernas — ¡Lukyan, esperame! — volvió a gritar alarmado cuando observo como el ángel intentaba volar lejos de él.
En su pequeña cabeza pensaba que el ser se iría para siempre de su lado, y que si lograba emprender el vuelo, ya no iba a poder verlo nunca más, así que -con todas sus fuerzas- intento acelerar el paso, pero no fue suficiente, nada de lo que hiciera era suficiente, por lo que -al ver que el ángel ya estaba a una altura superior a su alcance- grito.
— ¡¡Si tu te vas, yo me muero!! — aquellas palabras fueron más que suficiente para que Lukyan bajara de prisa y abrazara al menor con fuerza, mientras se disculpaba y sollozaba desconsolado.
— No... No quiero e-eso— lloro apretando el pequeño cuerpo de Hugo entre sus brazos — Perdón, perdón. Disculpame — repetía dejándose caer a los pies del contrario, quien mantenía una mirada seria y un poco molesta, dado a que se sintió un poco traicionado. Así que molesto, sujeto el rostro de Lukyan y lo obligó a levantar la cabeza, para luego decirle;
— ¡No lo vuelvas hacer ¿oíste?! — mientras lo observaba fijamente con el ceño fruncido, a lo que el mayor asintió y volvió a llorar.
— Lo-Lo prometo... lo prometo amo — afirmó aferrándose más a Ruiz, quien lo perdonó devolviendole el abrazo, a la vez que acariciaba los negro cabello del ángel — No me iré... lo... prometo — murmuraba entre sollozos, los cuales mojaban la playera del pequeño niño que intentaba calmar al desconsolado ser.
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Catarsis
RandomHugo, de solo 8 años, siempre subía la gran colina que había detrás de su casa solo para soltar un globo como obsequio al cielo, con el pensamiento de que éste algún día llegará a las manos de su difunta abuelita, pero quién realmente los recibía er...