capítulo 11

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Cuando Hugo abrió los ojos se percató de que el ángel ya no estaba a su lado y aunque busco por toda la casa, no encontró absolutamente nada, haciendo que su pecho se sintiera adolorido, así que -dejando escapar un decepcionado suspiro- volvió a su habitación para arreglarse e ir a la escuela.

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— ¡Ahí viene el niño piojos! — exclamó una voz chillona.

— ¡Tengan cuidado, o nos va a contagiar! — se burló otro niño apuntando a Hugo con el dedo mientras se reía de él.

— ¡Vete niño piojos! — gritó otra niña acercándose a Ruiz para empujarlo y hacer que cayera al suelo — Nadie te quiere — agregó dándole una patada a su mochila.

— ¡¡Largo!! — demando otro infante arrojándole una piedra, la cual aterrizó en la frente de Hugo haciendo que esta sangrara, pero ni aun así el menor hizo algo.

— Eres un rarito — mencionó la anterior niña mirándolo con asco.

Y antes de que hicieran algo más, la campana sonó, haciendo que los menores corrieran dentro de la escuela, pateando y escupiendo a Ruiz en el camino. Una vez que todos entraron, Hugo se atrevió a levantarse del suelo, sacudiendo su ropa y limpiando la sangre que le corría de la frente con la manga de su uniforme.

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— Tienes que tener más cuidado Hugo, siempre estas golpeandote — comentó la enfermera curando la herida del menor, quien se mantenía con la mirada perdida.

— Lo siento — deliberó — Lo siento mucho, es mi culpa — agregó apretando los labios, ya que estos temblaban un poco.

— Esta bien, solo mira por donde caminas ¿si? — aludió, ya que Hugo no le había revelado la verdadera razón de sus heridas, y no quería hacerlo, ya que esto le traería más problemas, y era lo que menos deseaba — Ya está, puedes irte — informó haciéndose a un lado para que el niño pudiera marcharse. Cosa que no tardó en hacer, pero con lo que no contaba era que lo estaban esperando fuera de la puerta.

— ¿Qué le dijiste? — preguntó su compañero de clase mirándolo amenazador.

— No le dije nada — confesó Ruiz asustado, ya que los demás niños comenzaba a rodearlo.

— No mientas — insistió acercándose con intención de hacerle daño.

— No estoy mintiendo en serio — pronunció nervioso, mientras ponía sus manos enfrente para poder protegerse.

Los demás, por su parte, se miraron entre sí, para luego entre dos jalar al menor hacia los baños, amenazandolo con que iban a matarlo si gritaba, por lo tanto Hugo no tuvo más opción que obedecer, sin saber que un sin fin de tortura y golpes lo esperaban minutos después.

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