— ¿Qué?... ¿Qué es... eso? — se preguntó Hugo mirando atónito por lo que veían sus ojos. No sabia que hacer, tenía miedo de que si se acercaba pudiera hacerle daño, pero también estaba el tema de que; estaba sangrando, así que con mucha precaución analizo la situación. Siempre manteniendo la distancia.
Observo sus grandes y blancas alas, su -ahora- sucia vestimenta, su pálida y suave piel, pero sobre todo su negro cabello, el cual le cubría gran parte de su rostro, provocando que le fuese complicado a Hugo visualizarlo.
— Ho... ¿Hola?... ¿Es... Estas bien? — preguntó el niño en un tono suave, pero la criatura no emitió ningún sonido, lo que ponía intranquilo al menor — Hola... — intento tener una respuesta, pero nada.
Tomando una pequeña rama que había encontrado, se armó con eso para luego -con cautela- acercar dicho objeto a la criatura, picando uno de sus brazos e intentar tener alguna reacción de su parte, pero como vio que esto no funcionada, prosiguió a seguir investigando, acercando la varita a la cabeza del ser, solo con la intención de ver su rostro, aunque -al momento de hacerlo- la criatura abrió uno de sus ojos, dejando al menor presenciar los ojos más hermosos que había visto.
— Celestes — nombró dicho color, haciéndole recordar al cielo, que en este momento parecía estar mirándolo a través de unos bellos orbes redondos, pero toda aquel hipnotismo se esfumó cuando vio como de pronto la criatura se fue incorporando hasta quedar sentado en el lodoso campo, pero no hizo nada más que eso — ... ¿Quién eres? — cuestionó Ruiz curioso — ¿Puedes hablar? — insistió sin quitar sus ojos de la hermosa criatura, quien procuraba evitar cualquier contacto visual con el menor, ya que -cada vez que Hugo intentaba mirar su rostro- este la apartaba hacia otro lado.
El menor, viendo que no había ningún progreso, mordió sus labios pensativo mientras observaba detalladamente al contrario, y cuando se percato como este último estaba temblando, supuso que tal vez tenia frió, así que -quitándose con prisa su chaqueta- cubrió las piernas del ser celestial.
— Lo siento, no sabia que tenias frió — comentó para luego regalarle una cálida y amable sonrisa a la criatura, quien quedó sorprendida — Mi nombre es Hugo, y vivo cerca de aquí — dijo señalando hacia la colina — ¿Y tu? ¿De dónde eres? — preguntó ilusionado, esperando que algunas de sus preguntas fueran respondidas, cosa que sí consiguió. El ente con lentitud y desconfianza señaló hacia el cielo, logrando que Hugo levantara la mirada y abriera sus ojos deslumbrado — ¡¿Entonces si eres un Ángel?!
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Catarsis
RandomHugo, de solo 8 años, siempre subía la gran colina que había detrás de su casa solo para soltar un globo como obsequio al cielo, con el pensamiento de que éste algún día llegará a las manos de su difunta abuelita, pero quién realmente los recibía er...