—Estás muy distraído, ¿sigues pensando en lo de tu papá? —dijo Paul, mordiendo su empanada.
Había un grupo de jóvenes empujando a un flaquito con anteojos. Dylan no podía apartar la mirada. Con semejante distancia de por medio le resultaba difícil saber quién era la víctima.
Observó el camino asfaltado que conducía al trozo de patio, y suspiró en frustración.
—¿Me estás escuchando? —preguntó Paul.
—Se están metiendo con ese chamo —señaló.
Su amigo volteó al instante.
Achicó la vista para detallar la situación y preocupado abrió los ojos.
—¡Es Lucas! —dejó la empanada en el suelo.
Dylan lo sujetó del hombro para que entrara en razón.
Paul furioso por su acción le dijo:
—No voy a dejar que sigan molestando a Lucas.
—Sé que te gusta, pero ¿sabes todos los problemas que te puede traer defenderlo? —alzó las cejas angustiado —. Él ya te dijo que no es marica.
—No uses esa palabra, es fastidioso.
—Eso es lo que eres, ¿o no? —argumentó, convencido.
En su defensa esto era muy nuevo para él. Hasta sentía cierta incomodidad. Las cosas solo se hicieron más confusas cuando Paul le dijo que le gustaba Lucas; el cuatro ojos del salón.
Es ilógico, casi ni se hablan.
—A veces me pregunto por qué sigo siendo tu amigo. Solo piensas en ti —levantó la voz y se alejó.
Dylan estaba harto de tantos cambios. Primero su abuelo, después el engaño de su padre, lo de Paul y para colmo la muerte fulminante de su mamá. Por qué nadie podía entender que no era capaz de procesar tanta información.
Cerró con fuerza la puerta del salón y se quedó mirando hacia el vacío.
«Prefiero dejarlo con su complejo de príncipe azul» pensó.
Hasta ese momento trató de convencerse de que aquello no le iba a ocurrir.
¿Por qué?
No tenía la respuesta con exactitud. Cada vez que lo veía suspirar por Lucas, algo en él se llenaba de miedo.
—I'm gonna swing from the chandelier. From the chandelier. I'm gonna live like tomorrow doesn't exist.
Los cantos apresurados hicieron eco. Sabía de quién era la voz, aunque no podía reconocer la melodía.
—¿Qué haces aquí? —al no recibir respuesta, le quitó los audífonos con brusquedad —. Quiero estar solo, vete. No necesito oír tu horrible voz.
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Pequeñas casualidades
Teen FictionDicen que еl tiempo todo lo cura, pero nadie les dijo que el dolor se iba tan lento. Su historia es como un cuento de hadas moderno, ellos tenían claro que se querían a destiempo. Es que es imposible olvidar las charlas y los besos interminables, al...