Capítulo 09

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—¿Cómo pudiste hacer semejante espectáculo? —recriminó el señor —

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—¿Cómo pudiste hacer semejante espectáculo? —recriminó el señor —. Tuve que salir corriendo de la oficina porque Marcela está ocupada. Le he dicho que deje ese trabajo de maestra, pero nada que hace caso.

Anthony se impresionó por el comentario, ella amaba su profesión, es muy poco probable que la deje.

—Lo siento, señor Ernesto — dijo cabizbajo, se sentía culpable, ya que el hombre hizo la tarea de llevarlo casa. —. No es su responsabilidad y, sin embargo, le estoy causando una molestia.

—No, hijo. No me refiero a ti —la expresión de él se suavizó un poco —hablo de Dylan, que parece que no puede estar sin causar problemas un segundo —lo señaló de manera despectiva.

—Pero, yo también hice un espectáculo y salí sin el permiso de la profesora —dijo, apenado.

—Ya me contaron todo, no tienes que quitarle culpa a mi hijo. Yo sé que lo hiciste por las cosas horribles que mencionó. Él exageró la situación y no le comunicó nada a la mujer.

—¿Por qué siempre es lo mismo?! —gritó Dylan —. Estoy harto de recibir la culpa, según tú. Yo soy el problema, pero yo nunca le dije a este tarado que me siguiera —señaló al pecoso con cierto desdén.

—Lo hizo porque se preocupó por ti, a pesar de tu comportamiento desagradable.

—Yo no se lo pedí.

—No me contestes, muchachito. Me encuentro muy ocupado para tratar con crisis adolescentes —alzó la voz de forma autoritaria —. No importa cuantos berrinches hagas, no vas a conseguir nada. Así que te aconsejo que madurez y dejes de arruinarme la existencia.

—No todo gira alrededor tuyo —articuló con sus manos —. Ni siquiera te has molestado en preguntarme por qué reaccioné así, ya das por hecho que lo hago para joderte.

—Qué he dicho de las groserías...

—Eso es lo único que tienes para mi, regaños y más regaños.

—No necesito preguntar, ya me contaron. La docente no tiene la culpa de que no le hayas dicho nada, además, no es como si no pudieras leer, solo tenías que decirle que lo ibas a realizar más lento, pero siempre tienes que hacer un gran espectáculo para llamar la atención, ¿no? —se presionó la frente con cansancio —. Todo es culpa de mi papá, te consintió mucho y te tuvo demasiadas consideraciones, y ahora eres un inútil.

—No te atrevas a mencionar a mi abuelo, él es la única persona que se ha comportado como un padre para mí. ¿Tú que has hecho? ¿Estar detrás de la primera falda que se te cruza?

—¡Basta, Dylan José! — exclamó —. No sabes nada, pero en algo tienes razón; no debí dejar que tu abuelo te criara. Se nota que lo hizo muy mal y ahora me encasquetó el desastre después de que se murió.

—Eso soy para ti; un problema. Alguien inútil que te recuerda tus errores —dijo al borde de soltar una lágrima.

—Te he dicho que llorar no es de hombrecitos —lo acorraló—. Debes aprender a fortalecer tu carácter, si no cualquier cosa te va a derrumbar.

Pequeñas casualidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora