Ya han pasado semanas desde el incidente del juego de beisbol, el cumpleaños de Anthony estaba muy cerca, y Marcela y Ernesto querían organizar una pequeña reunión para invitar a sus amigos. A Dylan no le gustaban mucho las fiestas, pero no le desagradaba la idea de comer pastel. Además, no se podía salvar si era en su casa. Lo que sí era llamativo era que el pecoso estuviera tan emocionado por cumplir quince años. Para él, esos eventos no eran especiales.
—¿Cuántas personas piensas invitar? —dijo Camila mientras se recostaba de su bolso.
—No lo sé, no tengo muchos amigos aparte de ti.
—¿Qué, acaso, estamos pintados? —intervino Paula con un tono falso de dolor.
Los adolescentes se sentaron en el piso del salón de clases a esperar que el recreo terminara. Desde hace días que habían hecho una especie de grupito. Aunque Camila y Dylan aparentaban que se odiaban, en el fondo, les gustaba la guachafita, la chica amaba moléstalo y el otro decía que era arrastrado en contra de su voluntad, pero realmente se sentían cómodos con lo que se formó.
—¿Somos amigos? —dijo Tony, asombrado.
—Yo digo que sí o ¿no te agradamos?
—No, para nada. Es solo que...
—No lo presiones Paul, si no quiere invitarte no lo fuerces —dijo Lucas a la par que leía seis de cuervos. Un libro que le habían recomendado en internet.
—Me hace feliz que quieran ir...
—Entonces, no se diga más. El sábado hay fiesta.
—Genial, ya quería estrenar los nuevos delineadores que compre. Si quieres te pudo maquillar —le dijo Lucas a Paula.
—Ohhh increíble. Voy a quedar muy bien.
—También te puedo dar una ayuda, Cami.
—No es necesario. No me gusta mucho como se me ve el maquillaje.
—Que lastima... —dijo el chico desilusionado.
—Es definitivo, Dios le da pan al que está a dieta —suspiró Paula de forma exagerada.
—¿A qué te refieres? —dijo la pelinegra con extrañeza.
—Eres una chica linda y no te sacas provecho.
—Ayyy, Paulito, gracias, pero no me gustan los halagos falsos.
—Lo está diciendo con sinceridad. Él no es de mentirle a las personas.
Paula lo miró con remordimiento, era verdad que no le gustaban las mentiras. Pero no era tampoco la más sincera del mundo.
—Bueno, no es para tanto. Es tu problema. Al fin de cuentas es mi opinión. Muchas personas pueden decir lo contrario. Da igual. Si tú no lo crees, no voy a convencerte. Trabaja en ese amor propio, mijita —la apuntó con el dedo y le dio en toda la frente.
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Pequeñas casualidades
Teen FictionDicen que еl tiempo todo lo cura, pero nadie les dijo que el dolor se iba tan lento. Su historia es como un cuento de hadas moderno, ellos tenían claro que se querían a destiempo. Es que es imposible olvidar las charlas y los besos interminables, al...