Comienzos

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Tobías.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica, me estremecí involuntariamente varias veces en poco tiempo mientras abría los ojos. Me encontraba tirado en la fría tierra, no reconocía donde estaba y mucho menos recordaba algo que me ayudara a saber qué hacía tirado.

Por inercia me incorporé, mi vista estaba algo nublada por recién haber despertado. Traté de reconocer mi entorno, pero sólo estaba rodeado de una inmensa ola de hojas verdes y detrás de estas, una marea de color negro intenso.

—¡¿Ho-Hola?! —grité con dificultad, mi garganta parecía lastimada. Nadie respondió a mi llamado.

Froté mis ojos hasta que mi vista se ajustó, ahí pude observar con mayor claridad mi entorno. Estaba sentado en medio de árboles de pino silvestre que medían más de ocho metros, troncos y hojas secas, la tierra húmeda me hacía temblar de pies a cabeza —sin contar que yo siempre lo estaba haciendo—. Me levanté tan pronto como mi torpeza me lo permitía, mi equilibrio era casi nulo por lo que tuve que sostenerme en un árbol cercano. Mis manos tocaron el tronco rugoso y frío lleno de moho, al dirigir la mirada a donde mis manos se dirigían pude ver los restos de vendas ensangrentadas envueltas alrededor de mis manos y dedos.

Solté un grito que fue ahogado por mi mano libre al ser llevada hasta mi boca y di un pequeño salto hacia atrás, el cual me hizo tambalearme una vez más. No tenía dolor alguno gracias a mi condición, aun así, investigué todo mi cuerpo en busca de alguna herida que pudiera derramar dicha cantidad de sangre, no encontré más que dos descubrimientos: el primero eran los pequeños rasguños como los que te hacen las ramas de los arbustos cuando pasas entre ellos, y segundo, que mi ropa estaba igual de llena de sangre que mis vendas. No estaba entendiendo nada y por más que me esforzaba no recordaba nada de los últimos dieciocho años de mi vida; a excepción de cosas muy específicas que no tenían relación con el origen del líquido rojo que me empapaba.

No tenía tiempo de averiguar qué había hecho, lo más seguro es que no fuera nada bueno y por esa razón estaba aquí, en el bosque. Caminé con torpeza por el denso bosque en busca de algo que me ayudara, tropecé más de las veces que me gustaría admitir con las raíces que sobresalían del suelo y con mis propios pies, mis capacidades motrices no estaban muy estables en ese instante.

No podía escuchar nada más que mis pasos torpes y desiguales recorriendo las hojas secas, crucé los brazos por debajo de mis axilas tomando una pose inusual que parecía ser recurrente para mi cuerpo, los espasmos en mi cuello y en mis brazos eran incesantes; sin embargo, podía evitar que mis brazos se movieran incontrolablemente gracias a la pose que había adoptado.

Los minutos pasaban y yo caminaba en círculos a ese punto. Primero observé el árbol caído, luego las rocas ordenadas en línea recta, un tronco viejo y vacío, y por último, un zorro muerto con moscas encima de su cuerpo putrefacto. Repetí en mi cabeza esos detalles cada que pasaba al lado de ellos, para que cuando algo cambiara supiera que por fin había dejado de andar en círculos.

Árbol caído, rocas alineadas, tronco vacío, zorro muerto.

Árbol caído, rocas alineadas, tronco vacío, zorro muerto.

Árbol caído, rocas en círculo, tronco vacío, zorro muerto.

Árbol caído, rocas en círculo, tronco vacío, sin zorro muerto.

Árbol caído, rocas en círculo... ¿Rocas en círculo? ¿El zorro había desaparecido?

—¿Pero qué demonios...? —susurré.
Paré en seco cuando me percaté del cambio del entorno en la segunda ocasión. No me caracterizaba por ser muy ágil, por lo menos ahora que me encontraba desorientado.

Keep Myself Alive | [°TicciMask°]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora