Capítulo 9

167 6 2
                                    

Tras llegar a mi oficina y quedarme completamente a solas sin que nadie pueda molestarme, suelto un grandísimo suspiro mientras me acomodo sobre mi asiento. Saco mi paquete de cigarros y mi mechero y me enciendo uno para intentar relajarme antes de que venga ____. No me gustaría para nada hacer el ridículo delante de ella. De normal, soy una persona que esconde muy bien sus emociones, pero ahora me siento muy extraño y como si no me conociera a mí mismo.

Por otra parte, me pongo a pensar y sólo se reproduce en mi cabeza el puto sueño de los cojones. Ojalá pudiera dejar de hacerlo, pero no puedo. No soy capaz de alejar de mi mente la imagen de ____ encadenada y desnuda para mí, así como tampoco puedo olvidarme de esos gritos tan exquisitos mientras me llama "señor".

Me pregunto cómo será ____ en la cama en la vida real, cómo se moverá todo su delicioso cuerpo. ¡Me cago en la puta! ¡Si es que ahora me la estoy imaginando en todas las posturas posibles! ¡Y totalmente a mi merced! ¿Estoy enfermo? ¿Tengo fiebre? ¿Es puto COVID-19? ¡¿Qué cojones me pasa?!

-¡Mierda!- digo mientras observo mi entrepierna. Otra vez la puta erección. Definitivamente pensar en estas cosas no me trae nada bueno. ¡Joder!

¿Será posible que no me la pueda quitar de la maldita cabeza? Ni a ella ni al condenado sueño. ¿Por qué demonios tenía que soñar algo así y además con ella? Esto no tendría que pasarme... ¡Me cago en Dios!

De un momento a otro, alguien toca a la puerta de mi oficina y enseguida trato de deshacerme de estos pensamientos. No quiero en absoluto que nadie note que estoy más raro de lo habitual, ni mucho menos que es debido a una mujer, o más en concreto, debido a ____.

-¡Adelante!- le digo a la persona detrás de la puerta tras aclararme la garganta.

Entonces, aparece Ivanov. ¿Pero qué cojones quiere ahora este pelmazo? Pensaba que se había ido a patrullar o a atender algún atraco, yo qué sé. Al parecer, estaba equivocado.

-Disculpe, superintendente- dice Ivanov -Pero hay una mujer que lo busca.

Debe ser ____, pues dudo mucho que exista otra mujer en el puto mundo que me busque explícitamente a mí. Ahora sí que debo aparentar normalidad y no pensar ni en el sueño, ni mucho menos imaginármela totalmente vulnerable ante mí. Que sí, que me pone, pero no debo levantar sospechas. Tampoco quiero acabar ahuyentándola.

-Dile que pase- le ordeno a Ivanov tras aclararme por segunda vez la garganta por un pequeño segundo. Joder, estoy demasiado nervioso. Intentaré lo máximo que pueda no liarla parda.

El policía le hace una especie de señal con su mano a alguien oculto tras la puerta, que debe ser la muñequita, y entonces se aparta ligeramente para dejarla pasar. Cuando aparece la susodicha, ella le sonríe a Ivanov como muestra de agradecimiento por traerla hasta mi oficina. O al menos eso quiero pensar, que sea por agradecimiento. El hecho de que se sonrían mutuamente no me hace especial gracia, sobre todo por parte de él.

En el momento en que ella deja de observar a Ivanov para enfocarse en mí, no puedo evitar llevar mis ojos hacia los suyos por un breve instante, así como tampoco puedo evitar que pasen poco a poco por todo su cuerpo hasta detenerse en sus pies para luego volver a sostenerle la mirada. Joder, debo admitir que así vestida se ve completamente distinta a ayer. Esa ropa se ciñe perfectamente a la forma de su cuerpo y marca muy bien su cintura, cosa que el trajecito de mierda de ayer no hacía. Lo peor de todo es que su cuerpo es tal como lo soñé anoche y por culpa de eso se me hace demasiado difícil mantener la compostura. ¡Santo Dios! ¡Que no me vuelva la erección! ¡Es lo único que pido!

-¡¿Quién te ha dicho que sigas ahí, Ivanov?!- le digo a mi agente para tratar de no empalmarme -¡Trae a esos tres anormales, anda!- evidentemente, cuando digo "anormales", me refiero a Gustabo, Horacio y Segismundo.

Espina Clavada (Jack Conway y tú / Contada por Conway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora