Capítulo 15

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Cuando ya no quedan más lágrimas en el rostro de ____, echo un vistazo a ese hijo de la gran puta, quien está de cachondeo con los anormales. Me da tantísima rabia verlo reírse así sin más, que no dudo ni un puto instante en caminar hacia él. Antes de que se dé cuenta, ya lo tengo esposado con las manos en la espalda.

-¡¿Qué vergas hace, wey?!- exclama exaltado el mexicano.

-¡Cállate, puto gilipollas de mierda!- le respondo.

Pablito gira ligeramente el rostro para dedicarme una mirada que perfectamente me podría atravesar el cuerpo y matarme, pero el hecho de que me mire de esa manera, me lo paso por los cojones.

En ese momento, ____ se acerca hacia nosotros. Sé que tiene miedo del asqueroso engendro que está delante de ella, pero no tiene nada que temer. Yo estoy aquí junto a ella y acabo de esposarlo. Este capullo no le va a tocar un solo pelo. Centro de nuevo la mirada en el mexicano y lo veo demasiado relajado y neutral mientras observa a ____. ¿Esto quiere decir que no tiene ni puta idea de quién es ella o qué coño?

-¡¿No la reconoces o qué, desgraciado?!- le pregunto al imbécil elevando la voz.

-No- su respuesta me da aún más rabia de la que ya tengo de por sí. ¡Será gilipollas el muy cabrón! ¡¿Cómo tiene los santos huevos de decir que no la reconoce?! -Y podría usted tener más respeto y no insultar, wey.

-¿Por qué debería tenerle respeto a alguien que no lo ha tenido con una adolescente de quince años?- la cabeza de Pablito se gira de manera brusca hacia mí, y eso me deja con una sensación triunfal. Ya sabía yo que eso le refrescaría la memoria.

-¿Qué carajos quiere decir?- su voz se alza -Si yo no conozco de nada a esta tipa.

-Ya cantarás, ya- le aseguro -Cuando estés frente a la puerta de la federal, empezarás a cantar como un jodido loro- se nota que el muy anormal se está poniendo cada vez más nervioso, y eso desde luego juega en su contra -Por cierto, ¿dónde tienes esos cadáveres escondidos?- Pablito desvía la mirada hacia los tres mosqueteros.

-¿De qué cadáveres me habla?- pregunta el mexicano tratando de hacerse el tonto, pero es evidente que conmigo eso no va a funcionar -¿Qué clase de joterías le contaron estos pendejos?- y dale la burra al trigo... Bueno, está bien. Si no quiere decírmelo, se lo preguntaré directamente a Gustabo, Horacio y Segismundo.

-¿Dónde están los cadáveres?

-Ahí mismo, superintendente- me señala Gustabo una zona con mucha tierra, tal como he visto al llegar con ____ -Se dará cuenta enseguida porque huele bastante fuerte.

Agarro del brazo al soplapollas este de mierda para evitar que escape aunque esté esposado y todos caminamos hasta la zona que ha dicho Gustabo. Al acercarnos, el olor que llega es asquerosamente nauseabundo. ¡Qué asco, me cago en Dios! ¿Pero qué cojones hay en esta puta casa?

-Supervisad que el Taquitos no se escape- les ordeno a Gustabo y a Segismundo en referencia al mexicano. Así lo voy a llamar a partir de ahora.

-¿Cómo que Taquitos?- pregunta el asqueroso muy molesto, pero hago oídos sordos, como si no lo hubiera escuchado.

-____ y Horacio- les hago una señal a los dos con las manos para que se acerquen a mí, justo donde el hedor es aún más vomitivo que antes -Inspeccionad conmigo.

____ se agacha frente a un montón de tierra para rebuscar, Horacio también, y yo tampoco me quedo atrás. Me coloco a unos pocos metros de la rubia y empiezo a retirar la tierra. Me cuesta un poco encontrar algo, pero al final el mismo olor me da de repente una hostia en toda la cara. Me dan unas ganas increíbles de echar la pota ahora mismo. Me cago en la puta.

Espina Clavada (Jack Conway y tú / Contada por Conway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora