CAPÍTULO 5

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—Aquí tiene su Latte. Espero que lo disfrute. -Tras decir aquello, le di vuelta al vaso descartable, dejando así que viera lo que había escrito.

<<Aina>> Y le había dibujado un corazón seguido de la última letra. Ella al verlo, sonrió y tomándolo en la mano dijo:

—Me gusta más que me llamen Gaby. Pero tú puedes llamarme como quieras. —Tras decir aquello me guiñó un ojo, lo acompañó de una sonrisa, e inmediatamente después se giró y se fue dejándome con esa respuesta taladrándome los sesos. ¿Cómo puedes lanzar una bomba tan letal como esa e irte así como si nada? Bueno, como si nada, no. Acompañándolo de un guiño y una sonrisa. No había lugar para las dudas. Creo que la intención era más que clara. ¿Qué sería lo siguiente que diría? Y sobre todo, ahora que ya sabía que tenía novio, ¿por qué lo hacía?

—Alexia, el supervisor te espera en su despacho. —Dijo Alicia.

—¿Sabes para qué? —Contesté asustada tras girar el cuello para mirar en su dirección. Alicia respondió levantando los hombros y haciendo muecas con la boca en señal de que no tenía ni idea, después acercándose a mi puesto añadió: —Te cubro.

Y mientras iba caminando pensé: <<Parece que vivo en una serie de catastróficas desdichas. Ayer roban en mi casa, golpean a mi madre y ahora me llama el supervisor. ¡Genial! ¿No es fantástico la manera en que la vida me pone a prueba?>> Una vez llegué al despacho, toqué la puerta.

—Adelante. —Se escuchó una voz grave que provenía de dentro. Entonces abrí la puerta. No le echaba más de treinta años a aquel joven. Vestía casual, nada de formalidades con trajes. Supongo que eso de vestir trajes ya estaba pasado de moda. Ahora los que tenían altos cargos en las empresas vestían más cómodamente. Me lo había cruzado un par de veces. Tan pocas que no me había dado tiempo a apreciar sus ojos azules. El pelo negro siempre lo llevaba con un tupé bien peinado. Y no tenía nada de barba. El chaval cuidaba mucho su aspecto físico. Según avancé me fijé que en la mesa había un pequeño cartel con su nombre.

<<Iván Orelles.>>

—Hola Alexia. ¿Cómo estás? —Dijo mientras me clavaba sus ojos, me sonreía y me invitaba con la mano derecha a sentarme. Primero me senté. Después medité en que no sabía qué responder. ¿Había una respuesta correcta? ¿O era válido cualquier cosa que respondiera? Nunca me había tenido que sentar delante de nadie de la empresa. Estaba un poco cagada de miedo. ¿Qué podía responder? Un: "Bien, ¿y tú?" Ni que fuera mi amigo para responderle con tanta confianza. "Bien, ¿y usted?" Eso me parecía más respetuoso pero seguía sin convencerme. Y como seguía sin responder, él se adelantó. —Alexia, es una pregunta simple, no un examen del instituto. Sea cual sea tu respuesta, no te voy a suspender. —Y finalizó aquel comentario gracioso con una sonrisa. Y debo admitir que me dio la confianza para responder cualquier cosa que se me pasara por la mente. Y eso fue lo que hice.

—Estaría mejor si supiera porqué estoy aquí.

—Veo que eres impaciente. —Respondió de inmediato. Y mi única respuesta fue una sonrisa forzada de oreja a oreja. —Bueno...—prosiguió diciendo. Tus compañeros de trabajo me han dicho que hay un chico que se ha vuelto...digamos que un poco intenso contigo. ¿Están en lo cierto? <<Vaya, yo que no quise decir nada para evitar cualquier tipo de consecuencia, van y lo sueltan ellos.>> —Reflexioné.

—Sí. —Contesté sin mucho convencimiento de que afirmarlo era lo correcto.

—Eso es un problema, ¿sabes? No podemos permitir que acosen a nuestros trabajadores mientras ejercen su profesión en su puesto de trabajo.

—Entiendo lo que dice. Pero yo no tengo culpa alguna, ¿sabe?

—Faltaría más, Alexia. —Sonrió. Después añadió: —Tú eres la víctima en esto. Y no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras esto sigue ocurriendo. ¿Porqué no viniste a contárnoslo y decidiste seguir callada?

Felices ¿para siempre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora