Capítulo XXVI

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Miki salió del cuarto de aseo vestido con un conjunto de chaqueta azul marino al igual que los pantalones, y una camisa blanca. Me miró sonriente y se acercó a mí. Me atrajo hacía él y me besó lentamente.

-Vas muy guapo- Mencionó.

-Anda que tú- Me muerdo el labio inferior sutilmente- Estás tan jodidamente sexy con ese conjunto.

Bajamos y nos despedimos de mi hermano para salir de la casa y entrar en el coche. Miki montó en el lugar del piloto, y yo en el de copiloto. Arrancó y comenzó a conducir hacia el restaurante. Llegamos a Madrid Centro y vi como parábamos delante de una puerta de madera pintada de blanco con unas columnas a los lados. Bajamos el coche a un chico joven de nuestra edad que llevó el coche hasta el aparcamiento.

Entramos por esas grandes puertas y nos encontramos con una sala con paredes color violeta pastel con un metre detrás de la recepción. Nos acercamos al señor, vestía con un traje negro con semblanza a un pingüino, estaba canoso y con algunas arrugas. Nos miró sonriente.

-Buenas, ¿Tienen reserva?

-Si, somos Miguel y David- Miguel, me sonaba tan raro que se llamara a si mismo Miguel. El hombre mira la lista buscando nuestros nombres.

-Aquí están, acompáñenme- El hombre salió de la recepción y nos guio por unas escaleras de mármol blanco decoradas con flores. Subimos por las escaleras y entramos a una sala con pasillo y varias puertas enumeradas. El señor nos guio hasta una puerta distinta a las demás, todas eran de madera barnizada con el número en madera blanca y con un pomo dorado. En cambio, la puerta donde estábamos parados enfrente era de color azul cielo con el marco parecido a las columnas de la entrada. El metre nos abrió la puerta, al entrar vimos una mesa con dos platos, dos vasos, la cubertería correspondiente y un candelabro con velas. Las paredes eran rojo casi rosa, con velas colgando de la pared. El techo era de cristal donde podíamos ver el cielo estrellado. El metre nos indicó que teníamos las cartas en la mesa y que volvería pronto para ver que queríamos pedir. Salió de la estancia cerrando tras él.

-Qué bonito sitio- dije.

-Si, pero no más que tú- Le di un empujón pequeño- Auch.

-Gracias.

-No es nada, y la noche no ha hecho más que empezar- Nos sentamos en la mesa y miramos la carta.

-¿Por qué no hay precios?- Pregunté mirando la carta confuso.

-Porque no tienes que pagar nada.

-¿Cómo que no tengo que pagar nada?

-Es tu regalo de aniversario.

-Jo Miki, no hacía falta.

-Ya lo sé, pero he querido hacerlo, y lo he hecho.

-Muchas gracias, amor.

-Pide lo que tú quieras, ya está todo pagado- Le sonreí y miré la carta de nuevo, todo era tan apetecible. Al final escogí el bistec de ternera y langostinos. Tras hablar con Miki mientras esperábamos a que viniera el camarero apareció un chico joven y corpulento vestido de traje.

-Buenas, soy Rubén, seré su camarero esta noche, ¿Que desean tomar?-Rubén, otra vez ese nombre, los recuerdos me volvían a la cabeza. Pedimos y el camarero se marchó para volver al cabo de unos minutos con un vino rosado y un plato con cuatro rollitos de primavera con un bote de cristal con salsa agridulce. Tras dejarlo en la mesa se marchó.

Comenzamos a comer el entrante mientras hablábamos. El camarero viajaba entre la estancia nuestra y fuera de ella, trayendo consigo la comida que encargamos. Fue una cena perfecta, una conversación fluida, nada forzada. Me sentía a gusto con él, en ese momento con él se me olvidaron los problemas que tenía: Mark, su juicio por Rubén y lo que hizo por mí. Solo éramos Miki y yo, solo somos Miki y yo.

La Persona Correctamente IncorrectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora