03-The King

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Sus ojos se fijaron nada más que en esa figura que sonreía retorcidamente con tinta chorreando de su boca, parecía que disfrutaba el placer de ver a ese hombre muerto, los ojos de Jin se llenaron de lágrimas y la vista nublosa hacía que no pudiera ver con claridad lo que pasaba a su alrededor.

Varias personas presentes llamaron a la policía y la ambulancia, en ese momento el joven sintió un empujón generado por la criatura, quién había puesto su mano con fuerza en su pecho.

¡Debemos ir a matarlos, ellos van a consumirla! —gritaba molesto con la voz gruesa y por momentos distorsionada.

—¡De que mierdas hablas! Mi padre... —pausó con el corazón a mil —¡Tengo que ir con él! —gritó levantándose del suelo.

Fue entonces que las manos de una policía lo detuvieron y él encontró en la mirada de esa mujer lo que en verdad había pasado, estaba más que claro que su padre no estaba vivo y en cuanto miró hacia adelante, la figura había desaparecido.

Sin decir una palabra más observó la escena nuevamente y vio sobre la camilla el cuerpo de su padre que estaba siendo cubierto por aquella manta blanca.

—No... no... —musitaba nervioso.

—Kim SeokJin, deberá acompañarme a la estación de policías —dijo la alta mujer de tez oscura que sintió el tirón y la fuerza que hizo para liberarse.

Jin comenzó a huir de la escena y entre lágrimas intentaba seguir corriendo, no entendía porque mientas lo hacía sus piernas se sentían más pesadas y cuando miró en frente suyo se encontró con la misma figura.

—Jin, tienes que matarlos —señaló con su largo dedo y unas afiladas a un lado.

El joven miró unas altas rejas en donde se hallaba un edificio donde la gente convivía, más en un breve momento divisó el quinto piso, las mariposas oscuras merodeaban aquella ventana y la sangre comenzaba a manchar las paredes del lugar.

Los puños del joven se cerraron y con toda la potencia que sentía, tomó dos barrotes de las mismas rejas y las abrió con facilidad, habiendo mordido con fuerza sus dientes por la fuerza que había generado haciendo que aparecieran pequeñas gotas de sangre salían de su boca.

—Ya casi llegas, ya casi llegas —cantaba con emoción la figura a lápiz, ese ser más pequeño que parecía emocionarse cada vez que el chico cometía acecinatos.

Abriendo la puerta del edificio se encontró con el conserje. Este tuvo sospechas hacia el joven debido al polvo y las salpicaduras de sangre que tenía, antes de poder hacer alguna pregunta el muchacho señaló con su dedo índice y corrió con rapidez desapareciendo tras la puerta que conducían las escaleras.

Sus manos se aferraron al frío barandal y con impulsos generados desde sus muslos empezó a subir de a muchos escalones, sus ojos se encontraban clavados en un punto, más no veía por donde iba, su mandíbula seguía contraída apretando con ira y su respiración aumentaba a medida que subía.

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