Semideus [Supercorp]

Capítulo 5

Lena no se fue ese día, ni siquiera al siguiente. De hecho, una semana más tarde seguía allí, en la Fortaleza de la Soledad, aceptando a regañadientes que lo mejor era que se quedara por el momento hasta que encontrara planes más adecuados. A pesar de sus reservas y de su recelo hacia Kara, tuvo que admitir que era un alivio tener a alguien que la cuidara. Dos personas, de hecho.

        Hacía más frío dentro de la caverna, lo que concordaba con el calor corporal de Lena, cortesía del feto, y con el uso de las lámparas solares rojas de la DEO, Lena pudo descansar. Bajo la supervisión de las dos hermanas, ya no cumplía el estricto régimen al que se había sometido, y Lena admitió a regañadientes que se sentía ligeramente mejor. Con las constantes comidas de todo lo que se había estado privando, las horas de sueño ininterrumpido y la bruma de los analgésicos para sus costillas rotas, se sentía menos irritable y agotada.

        Aun así, no le resultaba fácil, y con Kara y Alex aliándose contra ella, perdía con frecuencia todas las discusiones de la semana siguiente. La frustración crecía, se marchaba a alguna antecámara de estalactitas y estalagmitas y lloraba en silencio cuando sus emociones la superaban, las lágrimas le pinchaban los ojos y se clavaba los talones de las manos para mantenerlas a raya. Fingía que Kara no podía oír sus silenciosos lloriqueos, y Kara era lo suficientemente educada como para permitirle mantener su dignidad. Después, Lena volvía a entrar, con la espalda rígida y los ojos inyectados en sangre, y aceptaba con altivez, como si hubiera tomado la decisión por su cuenta.

        Pero había una en la que se negaba a ceder, y no por rencor petulante, sino por auténtico miedo y aprensión. Ella y Kara habían discutido una y otra vez sobre el tema, la conversación entre ellas era gélida y poco fluida mientras Alex estaba en el trabajo, y a pesar de todas las suaves insinuaciones de Kara para que cambiara de opinión, Lena se mantuvo firme y se negó rotundamente.

        —Sólo creo que estar en Argo ayudaría —razonó Kara una vez más, exasperada mientras la preocupación arrugaba su frente—. Las lámparas de sol rojo están ayudando mucho, ¡pero eso no es nada para lo que podría hacer un planeta con un sol rojo! Piénsalo.

        —Lo he hecho —replicó Lena con suavidad, con los labios apretados en una línea plana—, y no estoy siendo egoísta ni lo hago por despecho cuando digo que no. De verdad. Es que... es medio humano, Kara, y los bebés humanos necesitan la radiación de un sol amarillo. Necesitan esos niveles para crecer adecuadamente, y claro, ella es medio kriptoniana pero... ya me preocupa que haya tenido demasiada exposición a la radiación de las lámparas solares rojas para estar sana. Tu primo podría estar de acuerdo con arriesgarse a eso sin saber los efectos que podría tener en su hijo, pero yo no. Y no ha tenido noticias de ellos desde que están allí, así que no tengo información para tomar una decisión adecuada. No tengo nada en qué basarme con este embarazo.

        —Oh.

        Haciendo un leve gesto de dolor, Lena sintió que el sentimiento de culpa la atenazaba, a pesar de sus sentimientos hacia su antigua amiga. Ella no quería herir sus sentimientos en esto, sabiendo lo mucho que Kara quería que estuviera de acuerdo, pero simplemente no podía.

        —Tampoco es sólo eso. Es... ya sabes que me aterroriza volar, y salir al espacio profundo... no creo que sea bueno ni para mí ni para el feto. La presión atmosférica, el estrés. Y si algo saliera mal...

        —No, tienes razón —interrumpió Kara, frotándose la frente mientras agachaba la cabeza con resignación, con los hombros caídos por la decepción.

        Mirándola por un momento, con el arrepentimiento retorciéndole el estómago, Lena dejó escapar un suave suspiro y sonrió débilmente, sintiendo las patadas de ansiedad en su estómago.