—Hope, empieza a grabar.
Lena estaba en la amplia cocina de la mansión abandonada de su familia, readaptada para sus propios usos, midiendo la avena en una balanza sobre la encimera. La luz del sol se filtraba por las ventanas y las cortinas de gasa se agitaban con el viento frío que entraba en la casa en un intento de refrescar la piel enrojecida de Lena. En las últimas semanas, su temperatura corporal se había disparado, y era todo lo que podía hacer para ponerse una camisa y unos pantalones sin sentir que estaba a punto de desmayarse por un golpe de calor. Parecía que el feto tenía la afición de Kara por irradiar calor.
Con la mano apoyada en la barriga, apenas visible a través de la ligera tensión de la camisa negra que llevaba, Lena miró el número de la báscula y levantó el recipiente metálico con una mirada de satisfacción en su rostro demacrado.
—Semana dieciséis, día cuatro. El desayuno consiste en cien gramos de avena. Una cucharadita de canela. Veintiséis gramos de nueces picadas y una manzana pequeña. Y doscientos cincuenta mililitros de zumo recién exprimido. Los ingredientes incluyen una taza de remolacha, dos tazas de zanahoria. Treinta gramos de col rizada. Dos tallos de apio y un limón.
—Registro anotado. ¿Habrá algo más, Srta. Luthor?
—Todavía no.
Revolviendo distraídamente la avena en el fogón, Lena echó el resto de los ingredientes y tomó un sorbo de su zumo, cuyo verdor era casi amargo en su lengua mientras medía la leche de almendras en una jarra, antes de añadirla a la olla. Su vida se había convertido en un experimento científico viviente, con todos los factores controlados, desde el peso perfectamente medido de todas sus comidas, según las directrices para el embarazo, hasta los alimentos que se permitía consumir, pasando por su temperatura corporal cuidadosamente contenida, la asignación de ejercicio y las siete horas exactas de sueño.
Se había aislado hace diez semanas, dejando atrás National City con el pretexto de una nueva aventura empresarial en Tokio, sin dejar más que un apresurado mensaje de texto a Kara para asegurarse de que no intentara verla antes de marcharse, y de que no fuera a buscarla como Supergirl por sospechar a dónde había desaparecido. Fue con amargura que Lena le envió un mensaje, fingiendo amistad porque eso era lo que Kara esperaría de ella, antes de hacer las maletas e irse a Metrópolis.
La mansión de su familia había quedado vacía desde que ayudó a su hermano a curar su cáncer, y más aún desde que lo mató a tiros en el búnker, lo que dejó suficiente espacio y equipo médico para que Lena se instalara cómodamente para esperar la duración de su embarazo. La sala de estar, con su enorme chimenea, sus paredes de paneles de caoba y sus sillones con respaldo, había sido ocupada por el resto del equipo que Lena había traído. Las pantallas estaban repartidas por toda la sala, los monitores sonaban y parpadeaban, y los bancos de acero se habían instalado como un laboratorio.
Se negó a poner un pie en su antigua habitación de la infancia, y se instaló en un salón contiguo a la sala de estar, sin ventanas, para asegurarse de que su ritmo circadiano no se viera afectado por los niveles de luz solar contrarios. Se había instalado una pequeña cama de campaña con un colchón de espuma viscoelástica y vivía del baúl de ropa que había traído, sabiendo que pronto le quedaría pequeña la ropa perfectamente confeccionada.
Restringiendo sus movimientos a unas pocas habitaciones dentro del extenso laberinto de habitaciones, Lena las llenó con cada pieza de maquinaria y equipo que imaginaba que necesitaría. En la sala de billar había una nevera que contenía suficiente sangre para mantener su cuerpo lleno de ella, en caso de que la necesitara, así como lo que podría pasar por una respetable farmacia, con estantes de medicamentos agrupados alrededor de la mesa de billar cubierta. En el vestíbulo había un simulacro de quirófano, de mármol frío y estéril, lo suficientemente fácil de limpiar y que le permitía operarse a sí misma si lo necesitaba.
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Semideus [Supercorp]
Fanfic"-Análisis completo. Los resultados muestran niveles elevados de hCG. -No, no, no -murmuró Lena, con un miedo gélido deslizándose por su columna vertebral y enroscándose en su estómago mientras una sacudida de pánico la recorría-. Eso no puede ser c...