Y Entonces... Te Encontré II (Nico Di Angelo y Tú)

Capitulo X: Territorio Azteca

N/A:

A verdad... creyeron que les había muerto. Bueno sigo viva. Los tekieromucho perdonen que no había actualizado.

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POV ______

–Bien, esto parece ser una situación de emergencia. Síganme niños olímpicos. –dijo el dios de cabello azul.

–¿Eso que significa? –soltó Nico seco.

–Es una misión ¿no? –balbuceé

El dios apretó los labios en una mueca –Pues... –comenzó inseguro –si... por el tono del viejo significa que todos moriremos si no lo solucionamos, así que esta vez trabajaremos juntos y después perdonaré sus vidas –decretó.

El dios del rayo tronó los dedos y fue como si el piso bajo nuestros pies desapareciera un segundo, para fortuna nuestra reapareció enseguida, pero estábamos en un nuevo lugar.

Tláloc nos había teletransportado fuera del palacio de los dioses aztecas. Entonces noté que todo el tiempo habíamos estado dentro de una pirámide, pero no eran como las que mostraban en History Chanel con piedras faltantes y erosionadas.

Esta enorme pirámide no tenía rastro del tiempo, ni lucia dañada. Era un edificio con una precisión geométrica envidiable. Construida con piedras brillantes de color blanco, por la perfección con la que embonaban unas con otras parecían haber sido creadas para ese fin. Los escalones dorados que llevaban a la cima brillaban reflejando la luz del sol. Era gigante y majestuosa.

Una sensación de incertidumbre me llenó cuando analicé que al estar fuera de la pirámide nos alejábamos de la posibilidad de volver a encontrar la entrada al laberinto. Busqué la mirada de Nico y Lucas para saber que pensaban, pero ellos estaban boquiabiertos dándole la espalda a la pirámide como si el colosal monumento no fuera la gran cosa.

Me giré siguiendo su mirada. Ellos tenían razón en ignorar la pirámide, al mismo Poseidón se le hubieran caído los calzones si hubiera visto lo que nuestros ojos veían.

Estábamos en lo que parecía ser la cima de la montaña más alta del lugar, pero desde donde debería estar la mitad superior del cerro comenzaba la pirámide. Para descender la montaña se extendía una interminable escalera blanca con dibujos coloridos en cada escalón.

Pero lo que resultaba impactante era la hermosa ciudad que había al final de las escaleras.

Era una amplia planicie rodeada de montañas verdes, las cuales parecían haber sido colocadas alrededor del poblado apropósito como si fueran una valla o barrera para proteger la ciudad que había a los pies de las montañas. Y claro la pirámide blanca en la que estábamos era el lugar perfecto para vigilar todo desde arriba.

La ciudad era pequeña pero brillante, con las calles empedradas y una red de canales por las que fluía agua cristalina en todas direcciones. También había un lago y cascadas que escurrían de algunas montañas.

Pero eso no era todo. Entre los edificios y casas distribuidas en cuadras perfectas se alzaban ostentosas pirámides con estilos particulares que brillaban en diferentes combinaciones de oro, plata y piedras preciosas. Cada pirámide parecía vibrar con una personalidad diferente.

–Es... bellísimo –conseguí articular.

–Esa es la idea –respondió Tláloc encogiéndose de hombros.

Estuve tentadísima a pedir una foto con una pirámide que parecía estar hecha de oro rosa y desprendía un aire romántico. Pero imaginé que para cuando acabara de bajar las escaleras de la montaña estaría lo suficiente muerta y sin ganas de intentar subir a esa pirámide.