La soledad aveces es la mejor compañía, pero a quién engañamos, ella te destroza y no deja rastros de ti, hasta el punto que ni tu misma te conoces.
La oscuridad de la noche se apoderaba de cada callejón de la ciudad, estaba agitada de tanto correr hasta donde mis pies me llevaran, mi corazón me amenazaba con salirse de mi pecho y mi miraba reflejaba miedo y angustia.
Me había parado a descansar en el medio de una calle, dios mio estaba tan asustada que ya todas las casas me parecían iguales, es como si estuviera corriendo en círculos durante varios minutos.
Mi mirada estaba descontrolada, prestando atención a cada ruido, ni me di cuenta cuando choqué con alguien y de pronto caí al suelo, mis glúteos amortiguaron la caída y mis piernas quedaron flexionadas, y cuando subí mi mirada lo vi.
—Perdón, te encuentras bien—no podía distinguir muy bien su rostro, pero sus ojos se llevaban toda la atención eran azules y reflejaban preocupación, extendió la mano para ayudarme a pararme.
—Eee, si estoy bien gracias—mis palabras salieron tartamudiando, y de un tirón me levanté rechazando su mano.
—Te pido otra vez disculpas, no me di cuenta que había alguien, venía muy apurado— mientras pronunciaba esas palabras, con aquella voz tan agradable, pude imaginar que sus labios formaron una sonrisa.
—No pasa nada, bueno me tengo que ir— le di la espalda y empecé a caminar a paso apresurado, no se si tenía más miedo porque había hablado con un hombre o porque estaba sola en la calle de noche y a unos pasos atrás de mi un desconocido.
—Espera no te vallas, es muy tarde para que andes sola, se que debes estar asustada pero te prometo que no te voy a hacer daño— sentí como sus pies empezaron a moverse y en menos de un segundo estaba enfrente de mi, interponiendoce en mi camino.
Mis manos empezaron a temblar, sentía que mi respiración me estaba fallando, estaba empezando a hiperventilar, tenía mucho miedo, demasiado, tanto que lo único que se me ocurrió fue tirarme al suelo con las piernas flexionadas contra mi abdomen y mis manos embolviendolas, estaba teniendo un ataque, desde hace 5 años no me daba uno.
Y en ese momento ocurrió algo que jamás en mi vida esperé.
El muchacho se acoclilló, poniendo su suave mano en mi cabeza y hablando dulcemente pronunció.
—Padre, te pido en esta hora por tu hija, que le des la paz que necesita y ayudala a no tener miedo, hazle ver que tú estas a su lado y no dejaras de sujetar su mano, en el nombre tuyo mi Señor Amén.— no se en que momento pasó, pero a medida que decía esas palabras mi respiración se tranquilizaba y mi cuerpo fue relajándose poco a poco, el se paró de la postura que estaba y extendió su mano una vez más.
—Si quieres puedo llevarte a la vecindad donde yo vivo, Doña Liz es muy buena persona y estará muy contenta con una nueva inquilina— esperen removinen que fue lo que pasó, yo sigo sin reaccionar, este tipo me está pidiendo que valla con el, ni de coña, pero él al ver que solo lo ignoré me cogió por mi mano me paró y me aló rápido, no podía decir nada ni siquiera forcejear ante su agarre.
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Tres veces yo
Novela JuvenilTres personas totalmente distintas de carácter, su forma de ver las cosas diferentes, pero su rostro idéntico como tres gotas de agua . Lo que más duele es que te separen de ellas al nacer, que te quiten una parte de ti por egoísmo propio, pero la...