Aquella vez, algo había cambiado. El fuego se cernía sobre mí como una bestia que abría sus fauces para devorar a su indefensa y asustada presa, pero había algo entre las llamas que me tranquilizó. Al ver aquello, dejé de tener miedo. Estaba segura, no sabía exactamente por qué, pero lo estaba. No tenía que preocuparme del fuego. Pero entonces, tan rápido como había aparecido la sensación de calma, se desvaneció, llevada a la fuerza por un inaudito terror que no hacía más que aumentar y aumentar. Hasta que aquellos ojos grisáceos tan particulares que me miraban desde allí, entre las llamas, se los tragó el calor, dejándome indefensa de nuevo.
Pero no estaba asustada por las llamas. No me preocupaba por mí. Tenía miedo a perder aquellos ojos, aquel gris tan tranquilizador. Tan familiar. Sentí tanto apego por aquellos ojos que, cuando fueron devorados por las llamas, sentí como si una parte de mi alma se hubiese ido con ellos.
Fue lo que le conté a la psicóloga, detalle a detalle. Noté una chispa de curiosidad en sus ojos. Era la primera vez, en dos semanas, que mi repetitivo sueño había variado.
-Es un avance, Alice, un gran avance. El gris pertenece a unos ojos, los ojos de alguien muy importante para ti. ¿No sabrías relacionarlos con nadie?
Negué con la cabeza. Ya lo había intentado. Incluso había mirado las fotos que no recordaba haberme hecho con gente a la que tampoco recordaba buscando, sin resultado, aquellos ojos que me perseguían.
-El fuego tiene que significar algún peligro, alguna amenaza a la que temías y aquella persona te ayudó a escapar de ella.
-Usted dijo que el fuego representaba el accidente.
-Eso era antes de saber que el color gris estaba relacionado con unos ojos. Por lo que me cuentas, puedo deducir que, de algún modo, has perdido a esa persona.
La psicóloga me miró por encima de sus gafas. Sabía a qué se refería.
-No murió nadie en el accidente. Iba yo sola en el coche cuando choqué contra la casa abandonada.
Al menos, eso dicen, porque no recuerdo si quiera haberme sacado el carné de conducir. Y menos tener coche. Otra parte de mi memoria afectada por la amnesia, supongo. En el fondo, no podía evitar dudar de mí misma respecto al accidente. ¿Y si aquella noche fue culpa mía y no de los frenos? ¿Y si volvía borracha de algún sitio o me distraje al volante? Todo indicaba que habían sido los frenos, pero quien sería Alice Myers sin dudar de sí misma.
-Un mejor amigo que te ha dejado de lado, tal vez. Quizás una relación amorosa. El caso es que esta persona misteriosa te importaba. E, inconscientemente, lo sigue haciendo. ¿No te has topado con nadie en el instituto con esos ojos?
Que se cree, ¿que no me he encargado de revisar los ojos de todos mis compañeros esta mañana, cuando he vuelto? No ha sido difícil, ya que todos los ojos del centro estaban fijos en mí. En la chica con amnesia. La chica que no había muerto en el accidente (su Ford Fiesta no había sufrido su misma suerte) pero que se había quedado amnésica.
Alice Myers, la chica que no devuelve los saludos. Ah no, es que estás amnésica, te perdono, Alice. Alice Myers, la chica que se puede tomar las clases con calma. Será imbécil, ¿por qué le harán un trato tan especial a esta pedazo de...? ¡Ah, claro! Estás amnésica, Alice; disculpa. Alice Myers, la idiota a la que puedes señalar indiscretamente porque no recuerda nada. A ver, chicos, con respecto a esto último: he perdido parte de mi memoria, pero sigo reconociendo a gilipollas como vosotros.
Cuando esta mañana había llegado al instituto acompañada de Leah, que se había ofrecido venir a recogerme por si no me acordaba del camino, y todos se habían girado para comprobar que seguía viva.
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Amnesia.
Romance¿Qué harías si un día despertaras sin recordar nada? ¿Y si las personas en las que tienes que confiar te ocultasen cosas? Alice Myers tendrá amnesia, pero sigue cuerda. Sabe que, antes de su misterioso accidente, ocurrieron cosas que nadie quiere re...