Era un día caluroso de mediados de abril. Liam bajó las ventanillas del coche y dejó que la brisa primaveral refrescase el interior del deportivo. No recordaba que se hubiese sacado el carné y menos que sus padres le hubiesen comprado un deportivo. Dios, no quería ni imaginar cuanto le habría costado. Pero claro, conociendo a su familia, estaba segura de que a sus padres no les importó gastarse más de veinte mil dólares. Para ellos esa cantidad de dinero no era nada. Y menos si eso hacía feliz a su único hijo.
No es que Liam tuviera muchos caprichos, tampoco los pedía, pero solía tener más que la mayoría de la gente que conocía. O solía conocer.
-Todavía no me has dicho donde vamos-dije mientras sacaba un brazo por la ventana, dejando que el aire fresco impactase contra él.
-Sigues recordando dónde está el puerto, ¿no?
Lo miré entrecerrando los ojos, quizás algo molesta.
-Me lo tomaré como un sí-dijo.
Giró por una curva y se metió en la autopista. A aquellas horas de la tarde no había muchos coches. El sol daba de frente y Liam se puso unas gafas de sol que llevaba en la guantera.
-Entonces, ¿vamos al puerto?
-Tu capacidad de deducción me sorprende, Alice.
-Enserio. ¿Y qué vamos a hacer allí?
-¿Recuerdas el velero de mi padre?
¿Iba a llevarme a navegar en el velero? ¡Hacía años que no iba! Al menos, que yo recuerde. De aquel día recuerdo como mi curiosidad me impulsó a asomarme para ver como los peces se arremolinaban alrededor de la embarcación cuando mi cuerpo resbaló por la barandilla y caí al agua.
-Bueno, pues mi padre lo vendió hace unos dos años.
La ilusión que crecía en mi pecho se esfumó con un golpe seco.
-Ahora tiene un yate-Liam sonrió a medias.
El corazón me dio un vuelco, mitad por la impresión mitad por la renaciente ilusión.
Un yate. Liam me iba a llevar a navegar en un yate. ¡Un yate! Me hice una promesa interior en no asomarme por la borda.
-Nunca he subido en un yate-murmuré, más para mí misma que para Liam.
El único barco al que había montado había sido el antiguo velero de los Crawford. Desde que me caí por la borda no había querido volver a montar en un barco, de ningún tipo. Pero ahora era varios años más mayor, más madura, al igual que Liam. Había descubierto de primera mano los peligros de asomarse por el borde de un barco y esta vez llevaría cuidado.
Mi felicidad se vio interrumpida cuando el hombre de las sombras vino de nuevo a mi mente. Ahora que lo había visto de nuevo, por el día, y había vuelto a huir en el momento en que había captado su presencia, estaba segura que me seguía. Pero, ¿por qué? ¿Quién era aquel hombre? Al verlo por el día, me había dado cuenta de que anoche llevaba una capucha, con lo cual no había podido verle la cara. Pero la silueta era la misma, al igual que la forma de andar. Era él, sin duda alguna. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral.
¿Sería aquel hombre algún tipo de amenaza? ¿Qué quería de mí? ¿Debería hacérselo saber a alguien, quizás a Leah? No, volvió a murmurar la vocecilla en un rincón apartado de mi mente, era un secreto, un secreto entre la chica amnésica y el hombre de las sombras. Sacudí la cabeza, aturdida. ¿Cómo iba a ser eso un secreto, cómo siquiera podía pensar eso? ¡Un hombre me seguía! Debería haber sentido un miedo atroz, pero no lo sentía. Estaba asustada, confusa, pero no tanto como debería estarlo. Ni siquiera tenía intenciones de contárselo a alguien, lo que me asustó más.
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Amnesia.
Romance¿Qué harías si un día despertaras sin recordar nada? ¿Y si las personas en las que tienes que confiar te ocultasen cosas? Alice Myers tendrá amnesia, pero sigue cuerda. Sabe que, antes de su misterioso accidente, ocurrieron cosas que nadie quiere re...