18 Mi escape a la realidad

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Estacioné el auto y di un suspiro. Por primera vez en años no tenía deseos de llegar a la oficina. No tenía ganas de lidiar con las consecuencias, con mi inconsciencia. Carajo, odiaba tener que hacerme cargo de algo que había disfrutado tanto.

¿Acaso estaba mal? No le habíamos hecho daño a nadie. Ambos estamos solos, y estoy seguro de que él la pasó tan bien como yo.

Me arreglé el cuello de la camisa, me estaba asfixiando por primera vez con una corbata. Era ilógico, prácticamente había nacido con una. Bajé del vehículo y caminé hacia la oficina, subí el ascensor como cada día y me miré en el espejo de este.

Era el mismo, mis ojos, mi cabello, el color de mi piel, nada había cambiado. Nadie notaría mi cambio, el entusiasmo y la energía que ebullía por dentro. La necesidad y el miedo que me estaba invadiendo al saber que me encontraría con él.

«Matthias».

¿Cómo lo había logrado? La verdad es que no tengo idea, pero de lo que estoy seguro es de que se había metido bajo mi piel de tal modo, que me hizo olvidarme de todo.

De los prejuicios, de las infidelidades, de la pérdida.

«Mi escape a la realidad».

Sí, esa era la frase que caracterizaba a Matthias Freeman, a su cara hermosa, a sus labios entreabiertos que recorrían mi piel sudada degustándola.

«Una noche».

Ambos habíamos estado de acuerdo en esa premisa, y ahora, era incapaz de retractarme, sin importar lo que mi cuerpo quisiera ahora. Matthias de seguro se había olvidado de todo, o, al menos, tenía las cosas mucho más claras que yo en su mente. Lo había demostrado yéndose sigiloso antes de que despertara, sin despedirse.

Para él, solo había sido sexo y para mí, no debía ser otra cosa tampoco.

Las puertas se abrieron y mi secretaria cuchicheaba con la de Neben. De inmediato, se irguieron y me mostraron su sonrisa nerviosa. Algo había sucedido.

—Buenos días, Davo.

—¿Cómo están?

—Muy bien—caminó a mi lado y se arregló el cabello—. Encontraron la carpeta de Celeron.

Arqueé una ceja, cielos, había estado tan perdido que apenas recodaba la maldita carpeta extraviada.

—Estoy trabajando en un proyecto totalmente nuevo, pero es bueno saber que lo hallaron.

—Sr. Lo tenían en publicidad.

—¿Cómo?

—Elisa Martel lo tenía junto a otros documentos. Había escaneado cada uno de ellos y los envío al Sr. Sambrizzi—negué y sonreí.

—¿Por qué no me sorprende?

—Recursos humanos estaba esperándolo para firmar el telegrama de despido.

—No todavía—repliqué.

—¿No va a despedirla?

—Investíguenla, guarden silencio. Veamos hasta donde llega.

—Puede ocasionar un gran daño.

—No si estamos atentos—aseguré—. No le quiten los ojos de encima y cuidado, dudo que esté trabajando sola. Esa es la conexión que debemos encontrar.

¿Un nuevo amor? ¡Ni loco! Libro 1 T. L.A (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora