22 Ida y vuelta

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El departamento era un desastre. Carter y Matthias pocas veces limpiaban y, en ese instante, el muchacho no supo por qué carajo había invitado a su jefe guapo y millonario a su hogar.

«Porque lo querías sobre ti más tiempo, maldito calenturiento».

Cierto, su cerebro tenía un punto.

—¿Estás bien? —indagó Davo—. Luces preocupado.

—Sí, es... una tontería.

—Dime—. Davo suspiró mientras se acomodaba en el vehículo. Hacía tanto tiempo que nadie manejaba por él.

No es que a él le molestara, al contrario, a Davo le gustaba manejar, sin embargo, tener como única actividad mirar a Matthias era inspirador y le daban ganas de seguir dejando esa tarea en manos de su asistente.

—Mi departamento está sucio—confesó—. Hay por lo menos una pila de platos sin lavar.

—Bien, supongo que pediremos algo para almorzar ¿verdad? —. Matthias le dio una sonrisa pícara.

—Creí que pasaríamos el almuerzo.

—Bueno, algo ligero nos hará bien a los 2. Recuerda que estás con un viejito, mocoso.

Matthias negó, mordiéndose el labio inferior, deseando que esos momentos se extendieran todo el tiempo que fuera posible.

Llegaron al edificio y estacionaron en frente de los departamentos.

—Sígueme—. El asistente descendió del vehículo junto a su jefe. Davo le echó un vistazo al viejo edificio—¿No tan lindo como sus diseños verdad?

—No está mal—respondió—. Hay ciertas cosas que cambiaría, pero la estructura en sí me gusta. Es antigua y tiene un toque ecléctico.

—Es horrible—. Davo le sujetó la mano y llevó al muchacho hacia él, estrechándolo de la cintura.

—No lo es, míralo de nuevo—le dijo acariciando con su pulgar la mejilla, quitándole la posibilidad de pensar—. Observa sus ventanas, el tamaño, los balcones, los dibujos de las columnas en la parte superior. Míralo como lo que es, no cómo lo que esperas.

—No entiendo.

—Las cosas siempre pueden mejorarse, toma su esencia—explicó—. Aquello que las hace bellas sin necesidad de más adornos y sobre esa base comienzas a crear.

Davo lo abrazó y señaló al techo.

—La forma de las columnas es algo digno de conservar, es de principios de siglo, de igual modo el ladrillo gastado. Trabajaría con esos detalles y le colocaría color y vegetación—. Matthias rio y negó.

—Es increíble que encuentres belleza en esta pocilga.

—No mires las cosas de ese modo. Sé honesto, no dejes que segundas intenciones nublen tu juicio. Eso no es bueno para un arquitecto.

Matthias acarició los abdominales sobre la camisa que se adhería a la piel dorado de su jefe.

—Tu eres una obra de arte.

—Increíble que te sonrojes por tonterías y dejes salir esos halagos—. Davo lo sujetó del rostro y lo besó.

Ambos cruzaron la calle e ingresaron al edificio.

—El ascensor está roto—recordó Matthias maldiciendo—. Debemos subir las escaleras.

—¿En qué piso estás?

—En el décimo.

—Esto es bueno. No necesitas una suscripción al gimnasio.

—Claro, tú ríete de mi desgracia—respondió Matthias y ambos buscaron los escalones.

¿Un nuevo amor? ¡Ni loco! Libro 1 T. L.A (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora