Matthias ingresó a la habitación y observó la enorme cama con dosel, el raso púrpura cayendo y adornando las columnas de madera en donde había rosas grabadas. Detrás de ella un amplio ventanal que daba a una piscina y un jacuzzi en el jardín en donde flores rojas contrastaban con el azul de las aguas.
—Acertaste. Bien por ti, Matthias
Davo ingresó tras él y enredó sus brazos a la cintura acercándolo, adhiriendo esa hermosa espalda a su torso, la verga una vez más estuvo entre las nalgas de Matthi.
—Ya basta, lo quiero adentro.
—¿Qué te dije de tus modales?
—Mis modales están bien, Sr. Petrich.
La nalgada resonó en el silencio de la habitación, el muchacho se contrajo en una mezcla de placer y dolor.
—¿Te gusta?—susurró chupando el lóbulo de la oreja, Matthias asintió.
—Ya le dije que me gusta todo lo suyo.
—Acuéstate en la cama, quiero tus piernas bien abiertas.
El subidón de adrenalina hizo que Matthias se moviera como un relámpago trepando la cama, quitando las mantas y dejando las suaves sábanas blancas. Davo se giró y caminó hacia el baño, buscando algo que pudiera ayudarle a darle placer a ese muchacho entusiasta y deseoso de él. No había lubricante, pero sí gel humectante sabor durazno.
—Lindo—dijo Davo y volvió a la habitación solo para encontrarse con su amante abierto de piernas y masturbándose.
Carajo, todo el esfuerzo estuvo a punto de irse al infierno. Apretó su pene calmándolo, no podía terminar ahora, no cuando esa entrada lo pedía a gritos a él. Matthias lo observó y deslizó sus manos sobre su torso, llegando a los pezones los cuales apretó y gimió, arqueando su espalda.
Davo puso una rodilla en la cama y trepó, gateando hasta donde estaba su amante, volvió a meter la cabeza entre sus piernas y el pene volvió a su boca. Matthias lanzó un grito de placer, agarrando la cabeza del hombre que parecía un animal insaciable. Lo chupó como una paleta y desparramó besos por su pelvis, y comenzó a ascender. La boca entreabierta succionado sobre la piel bronceada, dejando sendas marcas rojizas y violáceas que se notarían por varios días.
Se coló entre sus piernas y Matthi de inmediato enredó las suyas a la cintura, atrayéndolo. Sus bocas se unieron en un beso bestial, las lenguas batallaron una vez más y ambos desperdigaron besos por su cuello y torso, buscando marcar al otro y devorarse. Los dedos dibujaron valles y montañas en cada trazo de piel, Matthias se contraía haciendo que su pelvis respondiera al contacto, elevándola, chocando con el pene erecto de Davo.
El empresario tomó el hermoso rostro entre sus manos y lo observó con delirio, con una pasión que provocaría un incendio en cualquier segundo. Quería esta noche, quería todo de ese joven dulce e implacable, ese muchacho que, por momentos, le recordaba tanto a él. A ese hombre que fue feliz y que perdió todo y ni siquiera recordaba cuándo.
—¿Qué sucede? —indagó el asistente besando su mano, ronroneando por las suaves caricias y los dedos que paseaban dibujando sus mejillas.
—Nada—replicó y volvió a fundirse en un beso, cansado del pasado y del dolor que a veces le traía.
Davo abrió el tubo de gel con una mano y lo esparció entre sus dedos, sin dejar de besar a su amante que pedía más, y al que devoraba la ansiedad. Matthi estaba tan perdido en las sensaciones que volvió a la realidad solo con la intromisión de un grueso dedo en su esfínter. Una falange que exploraba y lo catapultaba a un nuevo universo, uno que visitaba por primera vez y que no querría dejar.
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¿Un nuevo amor? ¡Ni loco! Libro 1 T. L.A (+18)
Roman d'amourUno no se enamora de su verdugo y mucho menos de los imbéciles que te complican la vida, ¿verdad? Porque eso solo les pasa a los idiotas ¿cierto? Al menos, eso es lo que Mathias Freeman quiere creer. Mathias es un joven de 20 años que ingresa como a...