Capítulo 1

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Despertó sobresaltada. Un agudo y punzante dolor penetró su hombro, las gruesas gotas de sudor se combinaron con lágrimas resbalando por su mejilla. Eran las cuatro de la mañana, imposible volver a dormir, aunque lo intentara; se recostó para observar el techo esperando a que amaneciera. Era 2 de mayo. Una fecha importante para el mundo mágico, y a pesar de haber pasado el tiempo, las marcas quedaban presentes. Recordar a su amigo le dolía, inconscientemente pasó sus dedos por la cicatriz en la piel; bastaron unos minutos para levantarse y bajar hacia la sala de estar, donde se acomodó en el sillón mientras observaba las cenizas de la chimenea. No supo cuánto tiempo estuvo perdida en sus pensamientos hasta que escuchó los pasos inconfundibles de su madre.

—¿Andy?

—Buenos días, mamá.

—¿Qué haces despierta tan temprano?

—No podía dormir.

—¿Regresaron las pesadillas? —preguntó con un tono cariñoso y preocupado.

—Sí —susurró. Mary se acercó a su hija abrazándola con ternura mientras le acariciaba su cabello—. ¿Por qué se fue? —Era la misma pregunta que resonaba desde ese día de la batalla—. ¿Tuve la culpa?

—No cariño, no. Tú no tuviste la culpa. —Guardaron silencio unos instantes—. Sé que lo extrañas... y no te puedo decir que lo olvides, pero debemos honrarlos de la única forma que conocemos.

—¿Y cuál es esa?

—Viviendo. —Ambas guardaron silencio—. ¿Te dolió el hombro? —La niña asintió con la cabeza—. ¿Quieres que te prepare una poción? ¿O te de una aspirina?

—Estoy bien.

—Bueno, entonces ve a arreglarte.

—Te quiero, mamá.

—Y yo a ti. —Mary besó a su hija en la cabeza, y luego se fue a la cocina a preparar el desayuno.

No le agradaba los vestidos, pero en esos momentos no le importó, iba a presentar su respeto a los caídos, como en los cinco años anteriores. La familia Green apareció en los terrenos del castillo; había estado allí anteriormente, ansiando entrar por las puertas de roble como estudiante. Varias personas estaban sentadas en las sillas colocadas enfrente del monumento construido para aquellos héroes que dieron su vida. Cuando todos estuvieron en sus lugares, el ministro de magia tomó la palabra para dar su discurso, recalcó el valor de cada mago y bruja que luchó. Andrea no pudo contener sus lágrimas, se levantó y fue a caminar por las orillas del lago. Observar las olas le daba tranquilidad, la melancolía se iba apagando un poco; después de la muerte de Dave nada había sido igual. Lo echaba de menos, le hubiera gustado ir con él a Hogwarts, pero ahora estaba sola.

—Yo que tú tendría cuidado con el Calamar.

—El lugar está tranquilo —respondió sin despegar la vista del agua.

—¿Te encuentras bien? ¿Quieres compañía?

—No importa, estoy bien.

—A veces es bueno hablar. —Por fin fijó su vista en su acompañante.

Era una niña con cabello ondulado y pelirrojo, por unos minutos pensó que se trataba de algún Weasley, pero luego notó que sus ojos eran de color miel.

—Gracias, prefiero no hacerlo. No quiero llorar por Dave.

—¿Quién es Dave?

—Era mi mejor amigo, él... —Guardó silencio unos instantes, lo suficiente para que su voz se escuchara normal—. Murió en la batalla.

Plumas de FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora