Capítulo 13

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En colaboración con Kissy Morales y Mariana Sánchez


Después del encuentro que tuvo Mariana con Andrea, regresó a su compartimiento. Sentía algo extraño por haber recibido un pastel de alguien que la metió en problemas; sin embargo, no lo comió de inmediato. Entró de nuevo en el vagón con sus amigos; todavía sorprendida por el gesto de su compañera.

—Pensé que sólo irías al sanitario —dijo Adam apenas entró.

—Así fue.

—Entonces, ¿Por qué traes un pastelito en la mano? —intervino Holly.

—Me lo dieron —respondió sin importancia.

—¿Quién te lo dio?

—Green.

—¡¿Estás loca?! —De inmediato, Holly se abalanzó con intenciones de quitarle la golosina.

—¡¿Qué?!

—¡Podría haberle puesto veneno!

—Holly... no exageres —contestó Adam ya más tranquilo, él se metió una rana de chocolate a la boca.

—No estoy exagerando. —Se cruzó de brazos—. Piénsalo, Mariana. ¿Y si le puso alguna poción o algo?

—Eso no tiene sentido, Holl. La vi con buenas intenciones —respondió la niña, extrañada por la forma de reaccionar de su amiga—. No creo que sea de ese tipo de personas.

—No, sólo es esa clase de persona que hizo que te castigaran por hacer bromas estúpidas. ¿No recuerdas lo que le hizo a Weasley y Rookwood?

—¿Qué de todo? —Adam estaba bastante entretenido escuchando la conversación mientras comía golosinas.

—Cuando las llenaron de pelos. Si es capaz de eso, no dudo que ese gatito le haya puesto algo con tal de vengarse de los Slytherin. —Mariana a ese punto no sabía si reírse o qué.

—Pues yo opino que no se debe negar un pastelito de chocolate.

—Holly... agradezco tu preocupación, pero créeme y estoy casi segura que, el pastelito no tiene nada más que chocolate. —Realmente no se imaginaba que Andrea hiciera ese tipo de cosas, podía ser todo lo que quisiera, pero no era ese tipo de persona. En todo caso, quien debía vengarse sería ella y no al revés.

—Allá tú. Luego no digas que no te advertí.

El resto del viaje fue agradable; faltaba poco para llegar a King's Cross. Debían estar, al menos, media hora de camino al juzgar por la ferocidad del paisaje que destellaba por las ventanas. Los corredores estaban vacíos; todos regresaron a los compartimientos para cambiarse las túnicas del colegio. El expreso de Hogwarts no tardó en acercarse al andén nueve y tres cuartos; aminoró la marcha y luego se detuvo. Mariana todavía llevaba en su mano el pastelito; no creía que estuviera envenenado, pero con el ajetreo de la llegada, quería comérselo con calma. El inspector del tren les señaló a ella y sus amigos que era seguro pasar entre las plataformas nueve y diez; atravesaron la verja al mundo muggle. No se sorprendió al no encontrarse con sus padres al otro lado, pero localizó enseguida a su padrino. Estaba de pie, a buena distancia de los demás que esperaban a sus hijos. El hombre tenía un aspecto serio, y estaba envuelto en una voluminosa capa de viaje.

—Hola, Mariana —saludó el hombre—. ¿Lista?

—¿Me das unos minutos? Me despediré de mis amigos.

—Claro, toma tu tiempo. Te esperaré aquí.

—No dejes de escribirme —susurró Adam al abrazar a su amiga.

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