Capítulo 17

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Tras las fiestas navideñas, las clases dieron inicio en una fría mañana. El campo de quidditch lucía con nieve; era el último vestigio del invierno, algo que no fue impedimento para los jugadores. La mayor parte del tiempo se encontraba ocupado, las restantes escuelas que todavía no jugaban, mantenían, en secreto, sus estrategias de juego. Después de la derrota sufrida ante Castelobruxo, los alumnos de Durmstrang también regresaron a los entrenamientos. Quien se exigía demasiado y, quien también dejó buena impresión entre los aficionados, sin duda, fue Benjamín Somender. Entre los amantes del deporte mágico surgió una lista de los mejores jugadores, él figuraba en los primeros lugares de los cazadores junto con Barbara Pope. La habilidad con la que manejaba la quaffle era inigualable, por ello, las expectativas de los siguientes encuentros aumentaron.

—Aclarame algo. —Alexander y Andrea habían decidido ir al campo antes de la comida—. ¿Por qué estamos viendo el entrenamiento de Durmstrang?

—Porque es quidditch —respondió ella con obviedad, sin perderse los movimientos de los guardianes con unos binoculares mágicos para poder ver mejor.

—No hay nada interesante —dijo aburrido—, además, muero de hambre.

—Tú más que nadie debería estar interesado en los contrincantes.

—¿Para qué? Si sólo caliento la banca.

—No te quejes, al menos, estás en la selección.

—Aun así, no juego.

—¿Sabes qué? —Dejó a un lado los binoculares para mirarlo de una forma fastidiada.

—¿Qué?

—Ve a comer. —Su voz sonaba molesta.

—Perdón, me callaré. —Alexander hizo un gesto con su mano prometiendo silencio.

—Hablo en serio, vete. —Andrea retomó su estudio del entrenamiento. Volvió a perderse en los binoculares.

—Mmm... ¿Segura?

—Sí.

—¿No estás molesta?

—No... ¡Guau! ¡Qué velocidad!

—Bien, entonces me voy. ¿Y tú qué harás?

—Me quedaré otro rato. —Lo miró por unos instantes—. Nos vemos más tarde.

No muy convencido, Alexander dejó sola a su amiga, mientras que ella hizo a un lado los binoculares para sacar, de su mochila. una pequeña libreta; comenzó a hacer algunas anotaciones y garabatos con un lápiz. Seguía sin despegar la vista de los movimientos de los jugadores que, a simple vista, parecían hacer pases, pero luego de un rato y al mirar su reloj, guardó la libreta en la mochila y cuando estuvo a punto de salir, notó, a unas cuantas butacas, a Mariana. Se acercó a ella, no sabía qué le había impulsado a querer iniciar conversación con la slytherin.

—No creí que te gustara el quidditch. —Ella la miró sorprendida—. Hola —saludó tímidamente.

—Hola, Andrea. —Su respuesta bastó para atreverse a tomar asiento a lado de ella—. No, no me gusta el quidditch, sólo vine a ver a mi hermano. —Sonrió amablemente.

—Jugó espectacular.

—Sí, es bueno.

—¿Bueno? Más que eso; su rapidez para driblar y controlar la quaffle es maravillosa. —Se quedó pensativa—. Su agilidad lo convierte en un jugador peligroso, por eso estuvo muy marcado por los brasileños.

—Y muy golpeado —agregó Mariana.

—Se notó, al menos no trataron de tirarlo de la escoba. —A la chica le sorprendió el entusiasmo con el que la gryffindor hablaba de su hermano.

Plumas de FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora