Capítulo 5

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Debido a la caída de la escoba, Andy se tuvo que quedar varios días en la enfermería, las costillas rotas y los golpes por el entrenamiento sanaron con rapidez, aunque debía recuperar energía antes de retomar sus clases. Sus amigos la visitaron y le subieron el ánimo para que dejara de tener pesadillas, aquellas que le acechaban por la noche. De vez en cuando, Mena le reprochaba el motivo de su estadía en el hospital, en cambio su amiga le respondía, inocentemente, con sus deseos de jugar quidditch. Con los cuidados de Madame Pomfrey, Andy recuperó un poco de color en su rostro, su cabello ya tenía cierto brillo, aunque todavía le costaba sonreír como antes, pero esperaban que fuera poco a poco.

Cuando salió de la enfermería y camino hacia la sala común, se encontró con Gavin, quien regresaba de entrenar. No pudo evitar sentirse mal, debió haberse cuidado, así no hubiera perdido el puesto de guardián, esperaba que en un futuro fuera parte del equipo. Se detuvo unos minutos para charlar con él, le tenía cierto aprecio y agradecimiento por haberla ayudado a entrenar. Una cabellera pelirroja y otra negra, un Gryffindor y un Ravenclaw, para ser exactos vio pasar; no quería que más problemas, por lo que entró a la torre, prefiriendo terminar los deberes restantes que tenía pendiente. Sin embargo, bastó un día para que, la poca paciencia adquirida en ella, se fuera por el caño. Por mucho que se esforzará, tenía que aceptar que le fastidiaba el no saber qué era lo que tramaban Gustav y Mena.

—Ya moría de hambre —exclamó Alex mientras se servía un poco de todo—. ¿No comerás, Andy?

—No tengo mucha hambre.

—Vas a comer —respondió Mena tranquilamente.

—Creo que no, no tengo ganas.

—Andy...

—Al parecer los guisantes no son tan confiables. —Keisi y Alexander no tenía idea de lo que hablaba, pero su amiga captó de inmediato la indirecta.

A regañadientes, se sirvió un poco de lo que había en la mesa; cenó sin ánimos y sumergida en sus pensamientos. Al término, los cuatro regresaron a la torre, pero antes de entrar por el retrato de la Dama Gorda, Mena detuvo a Andy.

—¿Otra vez?

—Otra vez ¿qué?

—Entendí la referencia de los guisantes.

—No sé de qué me hablas.

—Dime lo que piensas.

—¿Quieres saberlo? —espetó con frialdad—. A pesar de todo, siguen sin confiar en mí.

—Confiamos en ti, pero lo mejor es que te mantengas en tus asuntos —dijo con advertencia.

—Mis asuntos. Es bueno saber que puedo contar con ustedes.

—Si sigues con esa terquedad de querer saber lo que hacemos Gustav y yo, tendrás que buscarte a alguien más para que te ayude.

—Bien. Podría caerme por la torre de astronomía —susurró por lo bajo.

—No seas fatalista, y ahora vete a la cama.

Las horas de sueño fueron recuperándose lentamente y las pesadillas seguieron apareciendo, pero sin tanta intensidad, sin embargo, su mente ya era ocupada por otras cosas como para estar preocupada por lo que hacían sus amigos a escondidas. Los exámenes se acercaban, Mena comenzó a hacer horarios para repasar y recalcar las ideas más importantes de los apuntes. Alexander y Andy sólo estudiaban cuando era debido, mientras que Keisi era diferente a ellos y prefería prepararse con tiempo. Los más estudiosos eran Mena y Gustav, y ambos fastidiaban todo el tiempo para que hicieran lo mismo que ellos.

—¿Por qué debemos estudiar si todavía falta una eternidad para los exámenes? —Se quejó Alex.

—Son diez semanas —replicó Mena.

Plumas de FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora