Feliz Año Nuevo • BSD • Terminado

¿Qué pasó ayer? (Parte 3)

[Behind Blue Eyes - Limp Bizkit]

Dentro del ascensor, Chuuya no decía una sola palabra. Estaba completamente mudo.

Su cara, sus ojos y todo su ser, se habían apagado.

Tachihara estaba con las manos hacia atrás y mirando hacia todas las direcciones.

La incomodidad que manejaba, no la había sentido ni en sus primeros días como supuesto mafioso.

Aun así, se dió cuenta del estado de Nakahara.

Supuso que lo menos que podía hacer era preguntarle si se sentía mejor.

- Ehh... Chuuya-san ¿Está bien? -

-Cállate. Claro que estoy bien. ¿Acaso no lo ves? -

-Si, pero... Quizás deba descansar.-

-De eso ni hablar. Le dije al bastardo ese que iba a divertirme contigo y eso es lo que voy a hacer. -

Ni bien las palabras salen de la boca de Chuuya, el rojo y el ardor suben por la cara y orejas del lagartija negra.

-¡¿EH?! ¿A-A qué se refiere con eso? -

-Lo que escuchaste inútil. Ven aquí...-

Chuuya toma de la camisa a Tachihara y lo acerca a su rostro.

El menor trataba de controlar la situación, aunque su líbido también había disminuido un poco a causa del alcohol y esas pastillas que había llevado.

-¿Ch-Chuuya-san, está seguro de ésto? No quiero que piense que yo... -

-¿Acaso no te dije que... cierres-la-boca?-

Chuuya estaba intimidantemente pegado al rostro de Michizou tirando de su camisa semi abierta. La otra mano la dejó guardada en su bolsillo.

Aunque su expresión, mas que seducir, inquietaba gravemente al de menor edad.

-*DING*- Nuevamente se abren las puertas del ascensor en el piso donde la suite de Nakahara.
Él se dirije a ella caminando a paso tambaleante y, con dificultad, logra colocar la tarjeta para abrir la puerta. Mira a Tachihara tirándole una señal con la cabeza para que entrara también.

Al entrar da un vistazo panorámico al lugar.

Sobre la mesa, estaba la caja con el sombrero que le regaló y el guante que se había quitado.

El ventanal tenía marcas de sudor.

Sobre el piso, había paquetes abiertos de condones y lubricantes.

Claro que todo eso hizo que recordara la secuencia de lo que había pasado esa noche.

Luego de ver eso, se sienta a un costado de la cama. Observa la mesa de luz y nota la copa de Dazai con un poco de vino junto a su pañuelo morado.

Sin tocar nada, apoya sus codos sobre sus muslos, juntando las manos y agachando la cabeza.

Sobre la alfombra, ve una de las vendas de Dazai.

Una de esas que él mismo le había quitado.
Una acción que había considerado el momento en el que más cercano se sintió hacia él.
Un acercamiento que decía más que mil palabras, que demostraba más que un sentimiento.
Sentimientos que parecían mutuos...