Uno

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Deku había sido quien propuso que se casaran. En justicia, tenía que aceptar parte de la responsabilidad por el desastre que siguió, pero mínima...sobre todo no era culpa suya sino de él, Katcchan, por no haberlo amado y aceptar aquella propuesta por las razones equivocadas.

Cuando sus colegas le preguntaban cuánto había durado su matrimonio y les decía que seis meses, movían la cabeza de lado a lado.
— O sea que te atraía una gran boda ¿eh Izuku?
— No, me atraía él ¡Un gran error! — respondía irónico el jóven peliverde.

Lo recordaba cada vez que abría el cajón del escritorio y veía el sobre marrón con aspecto oficial. Se imaginaba que lo miraba con reproche, una tontería; un sobre no podía reprochar nada. Aún así, se sentía mejor cuando volvía a cerrarlo.

Había llegado por correo hacía diez días y lo aceptó creyendo que era relativo al trabajo. Después descubrió el matasello y reconoció la caligrafía.

Era de Katcchan y le daba miedo abrirlo. Sabía que contenía papeles de divorcio. Izuku Midorilla era un chico de éxito que no le temía a nada ni a nadie...excepto quizás a las alturas e ir al médico...pero era incapaz de abrir un sobre.

Era ridículo. Se lo llevaría a casa esa noche, se serviría una copa de vino y lo abriría. Se enfrentaría a sus demonios.
— Izuku ¿te apetece tomar una copa después del trabajo? — preguntó Tenya.
—No puedo Iida , lo siento — dijo él sin alzar la cabeza — Tengo mucho papeleo pendiente.
— Mañana entonces — aceptó Tenya.

En aquel momento sonó el teléfono y levantó el auricular echando una ojeada al reloj. Tenía una reunión en diez minutos.
— Agencia de Publicidad,  Izuku Bakugo habla ¿qué puedo hacer por usted? — dijo automáticamente.

— Puedes firmar los malditos papeles que te envié — ladró el familiar acento de Katcchan, su marido. El peliverde sintio desvanecerse, impresoras, teléfonos, voces y tráfico se extinguieron como por arte de  magia. Solo se oyó la voz de Katcchan a travez del auricular — Deku, no te atrevas a colgar — advirtió él cuando no respondió.

Aunque no se le había ocurrido, en cuanto lo mencionó se sintió tentado de hacerlo.
— Estoy ocupado Katcchan — dijo fríamente y le encantó la compostura de su voz. Como si no hubieran pasado casi doce meses desde la última vez que hablaron, como si oírlo no lo afectara.
— Si, yo también — gruñó él — ¿Por qué no has firmado los papeles?

—Aún no los leí en detalle — aunque no era del todo mentira, se imaginó que el cajón donde el sobre seguía sin abrir irradiaba calor.
— Lo haces para irritarme y molestarme ¿verdad?
—¡No!
— Me estás mintiendo —insistió él impaciente
—Nadie puede engañarte Katcchan — no pudo resistirse a probocarlo — Eres infalible ¿recuerdas?

Inmediatamente deseo no haberlo dicho, pelearse no tenía sentido. Y con Bakugo no podía ganar...nunca lo había hecho. Quizás él tuviera razón, cuando vió el sobre y comprendió que contenía papeles de divorcio había pospuesto abrirlo.

Era injusto, debía dejar que ese rubio saliera de su vida para siempre. Llevaban un año separados, tenía que olvidarlo.
— Escucha Katcchan yo...
— ¿A qué horas terminas de trabajar? — interrumpió él
— ¿Qué? — frunció el ceño preguntándose a qué venía eso. Bakugo estaba en Japón y él en Londres ¿acaso pensaba mandarle fax? — Bueno...a las cinco y media.

— Te buscaré fuera de la oficina. Se puntual
— Katcchan yo... — el monótono pitido del teléfono le hizo comprender que él había colgado. Sintió pánico. ¡Bakugo estaba en Londres!

No podía verlo, era más de lo que podía soportar. Se planteó la posibilidad de decir que se encontraba enfermo e ir a casa a esconderse. Echar el cerrojo, descolgar el telefono, apagar su celular y escapar.
— ¿Estás bien Izuku? — le preguntó una voz lejana — Tienes una reunión con el jefe dentro de cinco minutos....despierta...Izuku ¿no vas a ir?

Abandonado (BakuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora