epílogo

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Mirándose en el reflejo que le ofreció el espejo de pared, Adora tiró de las mangas de su chaqueta corta de color azul oscuro y se la colocó bien, dándose orgullosa cuenta de que nadie podría poner pegas hoy a su atuendo. 

¿Solo habían pasado cuatro días desde que había roto el maleficio que cayera sobre Catra? Si. Pero incluso ese poco tiempo esperando para hacer de ella su esposa le había parecido una eternidad. Gracias a Dios había obtenido una licencia especial para acabar con aquel sufrimiento.

Alguien llamó a la puerta de su dormitorio y la rubia respondió.

—Pasa.

Se sorprendió al ver entrar a su madre en la habitación, ya que estaba esperando que llegara Lonnie con noticias de que Catra ya estaba allí para dar comienzo a la ceremonia que se iba a celebrar dentro de veinte minutos. Cuando su madre se acerco, la alfa se dio cuenta de que en sus mejillas se reflejaba un color muy saludable.

—Lonnie estaba a punto de venir para informarte de que tu novia acaba de llegar, pero me ofreció traerte la noticia yo misma, porque quería hablar contigo.

Adora se sintió embriagada por la emoción. «Tu novia acaba de llegar.» Lo cual significaba que en menos de una hora se habría convertido en su esposa. El futuro se abría ante ellas como una deslumbrante perla aguamarina.

—Me alegro de verte aquí, madre, porque yo también quería hablar contigo. —A solo unos minutos de su boda, la rubia esperaba que pudiera hacer las paces con su madre, y de este modo disfrutar del tiempo que les quedara por delante, antes de que la salud de su madre fallara. Señalándole unos sillones colocados junto a la chimenea, dijo—:

¿Nos sentamos?

—Prefiero seguir de pie.

—De acuerdo. Me alegro de que te encuentres bien de salud. De hecho, tienes un aspecto espléndido. Exceptuando el cabestrillo que te sostiene el brazo, eres el vivo retrato de la salud.

—Eh, sí —respondió la alfa mayor tragando saliva—. Y de eso precisamente quería hablarte. —Volvió a tragar saliva—. De hecho estoy de salud exactamente tal y como aparento.

— ¿Exactamente cómo?

—El vivo retrato de la salud.

— ¿Cómo lo sabes?

—Me lo ha dicho el doctor Gibbens.

La rubia tardó varios instantes en entender el significado de esas palabras. Entonces, con una sonrisa de incredulidad, recorrió los pocos pasos que les separaban y, agarrando a su madre por los hombros, dijo:

— ¡Esa es una noticia magnífica, maravillosa, madre! ¿A qué cree el doctor Gibbens que se debe esta recuperación?

—No ha habido recuperación alguna, Adora. Nunca he estado enferma.

La alfa se quedó parada y su mano se deslizó lentamente por los hombros de su madre, mientras le asaltaba un cúmulo de sensaciones. Sorpresa, enfado, decepción. La tensión que había entre ellas se podía palpar en el aire que les separaba.

—Mentiste porque esperabas que no sería capaz de mantener la palabra que te di. —Adora no fue capaz de disimular la amargura en su tono de voz.

—Mentí porque quería que mantuvieras tu palabra mientras yo aún estuviese viva —respondió su madre—. Te quería tener en casa, y después de una década en el extranjero ya había llegado el momento de que regresaras. Ya deseé que volvieras a casa hace tres años, pero aunque había arreglado una boda para ti, tú rehusaste complacerme.

maldicion de amorWhere stories live. Discover now