Cero

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La música inundaba la sala de manera moderada, se respiraba el aroma del cuero caro de los sillones en donde estaban sentados y, quizás, un poco de tensión.

Los fríos y calculadores ojos negros de Kokonoi mostraron ese pequeño brillo peligroso que advirtió a todos que ya estaban muy perdidos, solo con su lengua afilada soltó las palabras que los terminaron de rematar:

—Gane, perras—y aventó sin nada de cuidado la mano de póker a la mitad de la mesa a la vista de todos.

—Soy tu jefe, háblame con más respeto—murmuro de mala gana acompañado de la queja de todos los demás mientras aventaban a algún lugar de la mesa sus cartas.

—Soy el que administra tu negocio, creo poder tener ciertas libertades de vez en cuando.

Mikey alzó una ceja manteniendo su expresión neutral, a su lado los Haitani retenían una fuerte carcajada y podía sentir como Sanzu temblaba, seguramente dispuesto a saltar si Kokonoi soltaba alguna palabra o frase que le pareciera imprudente.

—Dinero es dinero y sin él no podríamos hacer nada—se encogió de hombros mientras se dejaba caer en el sillón de forma descuidada como dándole la razón a Koko, las risas de los Haitani estallaron por todo el lugar de manera escandalosa.

—De todos modos, modera tu vocabulario, Koko—gruño Sanzu.

—Modera las sustancias que te metes, Sanzu—contraataco el chico de cabello blanco mientras se estiraba por los billetes que había en la mesa.

—¿Y si estás haciendo trampa?—intervino Kakucho antes de que Sanzu dijera algo más.

—¿Trampa?—Koko pareció genuinamente ofendido—No soy como los Haitani.

—¡Oye!—se quejaron ambos chicos a la par.

—Es la quinta vez que ganas, solo digo...

—Yo pienso que deberíamos de ver otra forma de pasar el rato—suspiro un pelinegro que no había estado jugando, solo estaba casi tirado encima de la barra de bebidas, con una copa de una sustancia amarillenta—Odio jugar con Koko y odio ver como todos pierden.

—A Baji no le gusta perder.

—¿A quién le gusta perder?

—A mí de vez en cuando—hablo un chico entrado a la sala y caminando de forma despreocupada a donde estaban los chicos de la mesa—Nos enseña lecciones importantes, como jamás creer que Koko no hace trampa—susurro cerca del peliblanco para después extender una mano y mostrar una carta que se escondía en la parte de atrás de la silla del chico.

—¡Joder, te dije!—grito Kakucho.

—¿¡Qué te crees maguillo de cuarta o qué mierda, Kazutora!?—chilló enojado Koko, logrando que el chico empezará a reír de manera desquiciada.

—¡Es broma, chicos!—extendió las manos—La carta es mía.

—Sí, debemos de buscar nuevas formas de pasar el rato—sentenció otro de los chicos sentamos en la mesa—Esto de perder contra Koko está dejando muy mal parada mi reputación.

—¿Qué reputación, Waka-waka?—comento burlón el chico a su lado—Según yo, esa la habías perdido junto con la dignidad hace mucho tiempo, si no mal recuerdo cuando...

—¡Cállate la maldita boca de una vez, Benki!—interrumpió el chico viendo de manera amenazante a su amigo.

—Vamos, Wakasa—habló Ran—Perder la dignidad por amor no esta...olvídalo, sí esta medido jodido.

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