7.

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–Te ves terrible, Zhan.

Zhan levantó la vista de la taza de té que estaba sosteniendo. Su madre lo miraba especulativamente.

Ella ciertamente no se veía terrible.

Como de costumbre, ni un cabello estaba fuera de lugar, su larga melena rubia perfectamente peinada.

–No he dormido bien –admitió Zhan.

Había pensado en las palabras de Wuxian toda la noche. No había llegado a ninguna determinación, y su propia indecisión lo frustraba.

–No me sorprende –dijo JingTong, dedicando una mirada penetrante a su marido sentado al otro extremo de la mesa–. Tu padre no entiende que todavía eres un hombre joven que necesita un horario normal de trabajo y descanso...

–No lo mimes, JingTong –Xiao Luo dijo con frialdad, sin levantar la vista de su periódico–. Difícilmente es un niño.

Tiene veintidós años, y es momento de que asuma alguna responsabilidad en los negocios de la familia.

–Si conocieras a tu hijo en lo absoluto, sabrías que no está interesado en el negocio familiar,

JingTong replicó.

–Es un Xiao –dijo Luo.

–Y lo lamento cada día –murmuró.

JingTong lo suficientemente alto como para que Luo la escuchara.

Luo solo levantó una canosa ceja, sus afilados ojos haciendo una pausa en su esposa antes de establecerse en su hijo. Zhan se enderezó en su silla. Luo no dijo nada por un momento, sólo observándolo en silencio.

–Zhan, estaré en el palacio hasta la tarde– dijo al fin–. Estoy seguro de que puedes manejar la reunión con Cao sin mí.

Zhan intentó y fracasó en reprimir una mueca. Las negociaciones comerciales nunca fueron su punto fuerte, y Cao XiGe, el multimillonario dueño de las Industrias Cao, no era un hombre fácil de tratar.

JingTong dijo:

–No pongas esa cara, querido. Tendrás arrugas prematuramente –volteando hacia Luo, arremetió–. No puedes decirlo en serio. Ese hombre es un criminal. Zhan no debería tener que lidiar solo con él.

Generalmente Zhan odiaba los cuidados despóticos de su madre, pero esta vez les daba la bienvenida. No tenía el estado de ánimo para enfrentar a Cao XiGe ahora.

Sin embargo, Luo no se dejó intimidar.

–Zhan debe aprender a lidiar con esa clase de hombres sin tenerme sosteniendo su mano. Además, Zhan es amigo de su hijo. Eso debería hacer todo más fácil.

JingTong rió.

–Eso demuestra lo despistado que eres. HaoXuan es un chico dulce, pero se parece muy poco al criminal de su padre.

–Cao no es un criminal. Es uno de los hombres más prominentes de China.

JingTong resopló.

–Tiene negocios con la mafia italiana y rusa. Todos lo saben.

–Hasta que se demuestre lo contrario, solo es un rumor malicioso –dijo Luo–. Y deja de interferir en los asuntos de negocios. Ellos no te conciernen.

–Todo concerniente a mi hijo me concierne.

–Estoy seguro de que Zhan no estará de acuerdo con eso. ¿Zhan?

–Sí, dulzura, dile a tu padre que tu madre tiene razón.

Zhan deseaba poder taparse las orejas con las manos y pretender que esto no estaba sucediendo.

Miró de un padre al otro. Sintiendo tristeza, comprendió que ya no sentían absolutamente ningún afecto uno por otro. Solían hacerlo; pero ahora ya no quedaba nada, salvo hostilidad y amargura.

No quería ser como ellos.

No quería convertirse en ellos.

–Me tengo que ir –dijo Zhan, y se paró.
Ignorando a sus padres, salió de la habitación –salió de la casa– y se metió en su automóvil.

Sabía que era el día libre de Yibo.

Probablemente aún estaría en casa de Wangji, tal vez incluso dormido. No era lo ideal, pero no podía esperar más. Si lo hiciera, podría perder los nervios.

Quizás la verdad destruiría su amistad. Tal vez. Probablemente. Pero seguía siendo mejor que imitar el ejemplo de sus padres y convertirse en una persona amargada viviendo una mentira.

No podría. No lo haría.

C.Where stories live. Discover now