22.

4 0 0
                                    

Cuando el teléfono sonó muy temprano en la mañana, un par de semanas más tarde, Yibo parpadeó adormilado un par de veces antes de volver a mirar el identificador de llamadas. No, no estaba viendo cosas: tenía el dudoso placer de recibir una llamada de Xiao Luo.

Su estómago se revolvió. Luo no le llamaría a esta hora sin que hubiera sucedido algo: Luo lo había llamado en total dos veces, en todos los años de amistad con su hijo.

Algo andaba mal. Y dado que sólo tenían algo en común, a Yibo no le gustaba lo que podría significar esta llamada.

–¿Has hablado con mi hijo últimamente? –Luo dijo cuando contestó. Bueno, ciertamente no se estaba preocupando por sutilezas relacionales.

Yibo se quedó mirando la oscura pared frente a la cama.

–¿Cuál de ellos? –dijo. No era nada que Luo no se mereciera.

–Wang...

–Mira, ni siquiera sé en dónde está –Yibo escupió. Su temperamento no había mejorado desde su ruptura con Liying; de hecho, estaba peor–. No se molestó en decírmelo. No lo he visto ni hablado con él en más de un mes.

–No te creo –dijo Luo.

–Ya ni siquiera somos amigos –dijo Yibo, sin molestarse en ocultar su amargura.

Silencio. La sorpresa de Luo era palpable.

–Ya puede estar feliz –dijo Yibo, torciendo los labios–. Esto es lo que siempre ha querido.

–Fuiste una mala influencia –Luo dijo con irritación. Yibo se rió entre dientes.

–Quiere decir que tenía demasiada influencia. Lo cual odiabas.

–Y tenía razón. Eres la razón para que él... sea de esa forma. Habría sido normal si...

–Realmente no estoy de humor para su intolerancia – Yibo dijo rotundamente–. Será mejor que tenga una jodida buena razón para llamarme o voy a colgar.

Podía oír a Luo tomando una respiración profunda.

–Estoy preocupado por Zhan –admitió por fin, con evidente reticencia.

–¿Por qué? –dijo Yibo, aplastando el impulso de preguntar dónde estaba Zhan. Si supiera dónde estaba Zhan, no confiaba en sí mismo para permanecer alejado... y tenía que hacerlo. El hecho de que Liying y él no hubieran funcionado juntos, no había cambiado nada: Zhan había dejado en claro que estaba enfermo con la situación y quería estar solo. Quería que Yibo viviera su propia vida y dejara de joder su mente.

Ya sea que le gustara o no, tenía que respetar la decisión de Zhan, sin importar cuan cabreado estuviera con él por terminar su amistad así. Y estaba enojado. Sin importar que racionalmente supiera que Zhan había hecho lo correcto –que no podían seguir así– la forma en que Zhan había manejado la situación era una mierda. Primero, Zhan había afirmado que el sexo no cambiaría nada y que no tenía por qué significar algo; luego, después de usarlo como a un glorioso consolador para conseguir correrse, Zhan hizo un giro completo y lo echó de su vida por el jodido teléfono.

–Él no es el mismo –dijo Luo–. Ha dejado el país en contra de mi voluntad, dejó su trabajo, sus responsabilidades. Zhan ha dejado de responder a mis llamadas por completo. El hijo de los Cao es mi única fuente de información, y es reacio a decirme nada.

Yibo maldijo por dentro. El chico de los Cao. Así que Zhan estaba en Corea del Sur con HaoXuan. Era algo que realmente no necesitaba saber. Porque parte de él ya estaba pensando en cuanto le llevaría organizar un viaje hacia ese destino... y joder la cabeza de Zhan de nuevo.

C.Onde histórias criam vida. Descubra agora