Capítulo 12. Uf, amigo. ¿Se encendieron tus hogueras?

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Si existía algo en el mundo que significara problemas, eso era lo que Eddy siempre deseaba, le encantaba meterse en asuntos espinosos.

Tomó toda la información que Milton tenía en su computador sobre Colette Morrison, sin escuchar las advertencias, consejos y amenazas de sus compañeros. Esa mujer representaba un inconveniente muy grande para el caso que investigaban, Leroy le había recomendado reunirse con Steven para hablar del asunto y evaluar los próximos pasos sin que fueran a tener conflictos con la ley, pero a Eddy no le gustó ese plan. Prefirió el suyo, con el que tenía más probabilidades de meterse en sus añorados problemas.

Recorrió media Nueva York esa tarde lluviosa hasta dar con el edificio donde vivía la mujer, ubicado en un barrio tranquilo de la ciudad. El ascensor no funcionaba, así que tuvo que subir las escaleras hasta llegar al piso donde se hallaba su departamento. Al llegar, se sacudió los cabellos para sacarse las pocas gotas de agua que tenía adheridas y se acomodó el abrigo mientras respiraba hondo. Estaba tenso, algo que no era habitual en él cuando visitaba a una mujer, pero esta era diferente. No solo porque sus labios le sabían a delicioso manjar, sino porque poseía una fuerza que lo excitaba, capaz de derribarlo y neutralizar sus movimientos.

Tocó la madera con los nervios anudados en su garganta. Parecía un colegial frente a la casa de su primera novia.

Sonrió ante la graciosa referencia. A su primera novia nunca la visitó en su casa, la sacaba del instituto sin que nadie lo notara y la llevaba a lugares privados donde pudo conocer por primera vez lo placentero que resultaba estar apresado entre los brazos y las piernas de una fémina. Luego de eso, le fue difícil salir de ese tipo de situaciones. No le importaba el color, el tamaño, la edad o la religión de la afortunada, todas eran perfectas para él. Lo único que le faltaba por probar, era a una mujer fuerte y dominante.

Le excitaba la idea de que a la rubia se le ocurriera esposarlo a una cama para hacerlo su esclavo. Esperaba que ella fuera de esas mujeres que en la primera cita se entregaban a la diversión del placer.

La puerta se abrió de manera repentina descubriéndolo aún con la sonrisa traviesa marcada en los labios. No obstante, no fue la rubia de rostro amargado quien atendió a su llamado, sino una jovencita delgada, con los cabellos rubios apresados en dos moñitos atados con cintas de colores y vestida con un pullover y con unos pantalones muy cortos, que dejaban a la vista unas piernas largas y tonificadas, pero demasiado juveniles para su gusto.

La chica había tenido el rostro enfadado cuando abrió la puerta, pero al evaluar al visitante de pies a cabeza, su expresión cambió a la de especial interés por el cuerpo masculino que tenía frente a ella.

—Hola —saludó con seducción, e irguió el torso para hacer notar sus pechos, aún en desarrollo, y apretó los labios en un puchero sensual. Eddy arqueó las cejas algo sorprendido, le calculaba unos quince años, quizá menos, pero parecía experta en lo que hacía—. ¿Buscas a alguien?

—Ehhh, sí —afirmó inseguro y se rascó la nuca—. ¿Aquí vive Colette Morrison?

La chica puso los ojos en blanco y resopló fastidiada. Su pose en segundos pasó de ser una sedienta diva sexual a una niña enojada y malcriada.

—Sí, ¿quién la busca? —contestó con acritud.

Eddy sonrió. Allí parecía existir rivalidad femenina.

—Dile que soy su peor tormento.

La joven agrandó los ojos con sorpresa, pero al volver a repasarlo de pies a cabeza, sonrió, al igual que Eddy.

—Me lo prometes.

—Te lo prometo —aseguró, guiñándole un ojo, gesto que por un instante dejó paralizada a la chica, pero ella enseguida reaccionó mordiéndose el labio inferior con gusto.

Sé mi chica (Romance erótico) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora