Capítulo X

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Capítulo X

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Capítulo X

Natasha despertó de golpe, asfixiada por el repentino golpe del agua fría en su rostro. Había tenido un sueño hermoso en el que veía nada más que mar frente a ella, apoyada en la barandilla de su Doncella. Un mar del mismo color sereno y profundo que los ojos de Steve...tan hermosa fue la sensación de libertad y plenitud que, por unos momentos, olvidó el lugar donde estaba. Pero, como cada día, la arrancaron cruelmente de su fantasía. Tosió un par de veces y pestañeó en medio de la penumbra, intentando identificar a su agresor en medio la niebla que cubría su visión. La hinchazón en su ojo derecho no ayudaba y mucho menos el mareo que la sobrecogía desde que abordara aquel barco maldito. Ya no recordaba cuál había sido su última comida o la última vez que un trago de agua fresca había descendido por su garganta. Deslizó la lengua por sus labios resecos, saboreando la frescura del agua que empapaba su rostro y escuchó una risilla burlona frente a ella.

Claro, era él.

¿Quién más iba a ser? Brock Rumlow no dejaba que nadie más se acercara a ella. Era el único que bajaba a verla una vez al día, cada día, religiosamente. Había días en los que sólo permanecía sentado frente a ella, mirándola en silencio. Otros, se divertía golpeándola hasta que se cansaba y otros... bueno, otros días exigía otra clase de cosas de ella. La idea era quebrarla, humillarla, pero, Natasha no se dejaba vencer. El capitán jaló un banquillo hasta quedar frente a ella y se sentó con tranquilidad, mirándola con aquella sonrisa amable que parecía jamás borrarse de su rostro. Pero, Natasha sabía que no había ni una sola fibra de amabilidad en su ser. Aquella no era más que una máscara... la misma que intentaba mantener ella, pese a su situación.

La tenían encadenada a la pared, con las manos atadas sobre su cabeza; sus muñecas estaban en carne viva debido al roce y ya no sentía ni las manos ni los brazos, debido a la posición. Las cadenas eran tan cortas que no podía moverse demasiado y sus piernas también estaban entumecidas, tanto por la falta de movimiento como por la humedad del suelo a su alrededor. El aire hedía a podredumbre de las frutas que le arrojaban, sabiendo que era incapaz de alcanzarlas... y eso era lo peor. Ver la comida podrirse frente a ella, llenarse de gusanos y de moho mientras su estómago clamaba por comida era una tortura que estaba consumiéndola por dentro. Y aún así, no pedía clemencia. Antes muerta que suplicar misericordia a gente como él.

─ Quería ver como estás el día de hoy, capitana─ le dijo, sonriente, como hacía cada día─ ¿Disfrutando de tu estadía? ¿Todo es de tu agrado? ¿Estás satisfecha?

─ Por supuesto...─ respondió, con la voz ronca por el maltrato, la sed y la falta de uso─ Tienes un puto servicio de lujo en este barco... de primera clase, definitivamente.

Rumlow hizo una mueca de asco y cruzó los brazos sobre el pecho, mirándola con desprecio.

─ Siempre fuiste tan grosera, Natasha... odio a las mujeres groseras. No es nada femenino de tu parte─ reclamó, repentinamente molesto.

Deep as the oceanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora