CAPÍTULO V.

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ME LLAMA PARA DECIRME QUE DUELO.

—¡Venga, ruso, anímate! —Le da una palmada Toni con más confianza de la que a Viktor le gustaría, no le reclama, en cambio asiente como si de verdad eso le mejorara el humor.

—No pasa nada, hombre —responde entre dientes, lo cual remarca más su acento extranjero.

Lo habían arrastrado al robo del año: un banco de Marbella. Se negó al inicio hasta que uno de los hermanos Gambino le apuntó con su arma y le dijo que en Rusia los hombres eran más osados y que le estaba decepcionando, sabía que Carlo era bastante cínico e iba a golpe y porrazo, así que sí pensó que podría dispararle.

Aunque le daba un tanto igual y ya de por sí era pálido, por eso no se notó su susto. De pronto Carlo y Toni se miraron, luego soltaron una gran carcajada.

—Humor italiano —explica Toni reacomodándose en el sillón y llevando su barbilla a una de sus manos que antes estaba en el reposabrazos—, no lo entenderías —aseguró finalmente con un suspiro.

Carlo guardó el arma, Volkov se tranquilizó de inmediato y recargó sus codos en las rodillas para tener más cercanía con Toni.

—¿No son ya suficientes para un robo?

—¡Pero no siempre hay un ruso tan agradable! —Y los Gambino volvieron a reír.

Entonces ahí estaban de camino y burlándose un poco de Volkov y su casi paro cardíaco. Él se limitaba a mirar por la ventana buscando alguna forma de zafarse del robo, quizá tenía que apuntar de verdad a los policías, con los que debería estar aliado, pero como el CNI tenía información absolutamente confidencial y no la compartía era imposible que los policías supieran que era agente, así que le dispararían a matar.

Este día sería un mafioso hecho y derecho, de pasó convencía al fin a los Gambino de que tenía un potencial inigualable. A Carlo más que nada, que seguía sin fiarse del todo de sus antecedentes.

Lo ruso se le notaba mucho, definitivamente. Y lo de agente especial podemos dejarlo en tela de juicio, al fin y al cabo le iba bien de infiltrado.

—Que hemos llegado —celebró José, otro integrante de la mafia, que además manejaba cuidadosamente.

Bastaron unas cuantas palabras más para que el plan iniciara y toda Marbella se sumiera en una alerta, varios pares de patrullas acudieron ceriles y los policías más capacitados comenzaban a movilizarse.

Volkov no reconocía los rostros de los elementos pero sí que sabía quiénes eran, el CNI le facilitó aquella información, miró a los Gambino apuntar a los policías, a los rehenes, tomar fajos de billetes que no necesitaban y embolsarlos. Él, mientras tanto, apuntaba a la puerta, no tenía un objetivo fijo pero estaba listo para disparar.

—¡Hora de irse! —gritó Carlo eufórico.

El plan era fácil: burlar a la poli y perderlos. Luego de media hora de escabullirse por la ciudad y jugar al gato y al ratón lograron salir victoriosos. Realmente los Gambino eran un dolor de cabeza para cualquier agente de la ley.

Esa misma noche Michelle se presentó en su piso franco, se asombró de que al fin diera la cara.

—Así que el robo del año —se burló ella mientras fumaba—, y el último.

Viktor la miró en silencio deduciendo sus siguientes palabras.

—¿A qué se refiere? —Él lo sabía, pero Michelle lo dijo igualmente.

—Que es hora de encerrarlos —confirmó—, tienes dos días, Volkov.

Apagó su cigarro, se acomodó las gafas oscuras y se fue.

Entonces planeó la captura de los Gambino lo mejor que pudo, pues ellos eran más escurridizos que una rata asustada, al segundo día estaba listo, llevaba la placa en una bolsa de la chaqueta, tenía hechas las maletas y el arma atorada en el cinturón.

Faltaban exactamente dos minutos, porque él mismo impuso la hora, para salir sigilosamente y hacer arder el mundo. Cuando su mano estaba en la perilla su móvil sonó. Miró el número desconocido en su celular personal que ni llevaba encima, de hecho estaba sobre la cama.

Lo tomó y contestó antes de perder la llamada.

—¿Volkov?

La voz que nunca olvidó, la que le trajo una avalancha de recuerdos que lo aplastaron sin piedad ni tiempo a prepararse, hasta se le detuvo el mundo y parecía derrumbarse lentamente.

—¿Quién habla? —contestó en cambio. Del otro lado Horacio bufó, sabía que eso pasaría y que se llevaría otra decepción simplemente. Volkov al darse cuenta de que no respondía optó por hablar nuevamente— ¿Eres tú, Horacio?

—No quiero rendirme —susurró con voz rota—, pero cada vez que intento ser mejor no funciona…

—¿De qué habla, Horacio?

—Te necesito, Volkov... —confesó en un amargo sollozo, que a pesar de todo, intentaba ser discreto—, realmente me siento solo.

Y Volkov encontró un mejor plan que ser cebo del CNI, y en la mañana cuando Toni y Carlo debieron ser capturados en su departamento más bien tomaron un vuelo pero con distintos destinos.

Volkov al fin tenía ganas de luchar por algo.

Antes y después de ti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora