CAPÍTULO III.

59 9 0
                                    

LO QUE PUDIMOS SER Y NO SE PUDO.

Volkov no supo reaccionar a los ojos heterocrómicos de Horacio, le había dicho tanto en su mirada que no fue hasta que Lara Harris le llamó con fuerza que volvió en sí.

—Comisario —Insistió la doctora—, colabore, por favor.

Ella misma sabía la leyenda viva de Viktor: el hombre frío fiel a su trabajo, el coma. Luego estaba Horacio, algo conocía de aquella frustrada historia, qué lástima que el amor no pueda ser para todos.

Volkov al fin depositó a su compañero en la camilla y lo dejó en manos de los profesionales, alguna vez practicó la carrera y se le quedaron varias lecciones, piensa que a lo mejor su vida hubiese sido de otra manera si no le hubiera convencido la policía.

Quizá de doctor habría tenido la suerte de Claudio, así Horacio quedaría encantado con él. Tristemente no se daba cuenta que tal como era, Horacio más que encantado, estaba enamorado genuinamente de todos sus defectos.

Se quedó un tiempo en la sala de urgencias rememorando su uniforme del FBI y el pasamontañas negro con un estampado. Iba tan él que no le costó reconocerlo. Incluso entre miles de clones sabría cuál es el verdadero Horacio.

Luego asistió a un aviso y no pudo esperar al agente, que sí, era su plan. Algo sentía muy dentro y lentamente se expandía por su pecho, como si le reviviera el corazón o le volviera a funcionar. También dolía, ¿será que el arrepentimiento y el amor se fundían para hacerlo sentir aquello que desperdició?

Se propuso hallarse con Horacio en cualquier momento, constantemente pedía apoyo de otros agentes esperando que alguno fuera él y aprovechar la oportunidad. Mas nunca escuchó su voz por la radio, ni lo vio. Horacio investigaba por su lado a una mafia, se infiltraba diariamente y no podía perder el tiempo en persecuciones o robos a licorerías. Él tenía labores más complejas, o eso decían sus superiores.

Entonces Michelle un día le dijo que como agente de campo del CNI tenía que partir al igual que Conway y hacerse cargo de mafias extranjeras. Que no se codeaban con el FBI, ni la CIA, ni la DEA, así que no había aliados, que tenía que estar bien oculto y ser muy inteligente.

Esa misma noche viajó a Marbella.

Todos sus sentimientos se fueron a la mierda junto al envoltorio desechable de unas barritas integrales y una botella vacía al llegar al aeropuerto. Se encontró a un agente de la misma organización que lo llevó a un piso franco y no volvió a verle.

Sus primeros días fueron difíciles mientras se adaptaba. De vez en cuando venían distintos agentes a darle la información que le mandaba Michelle, todos se identificaban con un mismo código que hacía que Volkov se fiara de ellos.

Finalmente y con los meses transcurridos dio fruto su labor, al mezclarse con la mafia rusa llegó a los italianos que buscaba: Carlo y Toni Gambino.

Una noche de sucesos ilícitos y adrenalina en cada poro, escuchó una conversación de romance, de alguien que quería a otro alguien, y su boca lo soltó pero su cerebro no lo pensó:

—Solo tienes que ser directo —argumentó—, "me gustas, ¿te gusto?" y listo.

El auto se llenó de carcajadas.

—¿Alguna vez te has enamorado, ruso? —le preguntó Toni que iba de copiloto.

—Negativo —contestó de inmediato pero con una punzada en el pecho, quería reclamarse miles de cosas, sin embargo no podía sincerarse a un mafioso.

—Puedo presentarte a alguien —sugirió Carlo que manejaba hábilmente.

—Prefiero estar solo —simplificó y nadie insistió con el tema, volvieron a su rutina.

Sin duda tuvo muy poco tiempo libre luego de aquellos días, el CNI estaba constantemente sobre él y la policía requería urgentemente su presencia. Le costaba posponer sus labores fuera de la infiltración así que no pudo más y pidió quedar con Michelle para proceder con lo que fuera, ya cualquier opción le parecía viable.

Mas ella se negó rotundamente a reunirse con él, le echó un sermón sobre que todavía no estaban listos para proceder con un operativo planeado desesperadamente.

—No estoy desesperado —rebatió Volkov al agente—, llevo en esto bastante tiempo como para poder entregar a los italianos y hasta a los rusos. Mira que traicionar a su nación, vaya cojones.

El agente asentía comprensivo, se le afiguraba Volkov como un hombre cansado que solo quería volver a casa, dudaba que hubiera alguien ahí y en caso de estarlo, se trataba de su rayito de luz, esa clase de persona que te hacía pensar que el día había valido un poco la pena.

Lo miró atentamente, ¿se comportaba como un enamorado? Al apreciar sus ojos tan apagados y muertos descartó de inmediato esa posibilidad. Más bien parecía haber perdido a esa persona y quiso decirle a Evanz que Volkov necesitaba alejarse de esta mierda hedionda, como un simple consejo, aunque realmente no importaran sus palabras.

Antes y después de ti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora