CAPÍTULO XI.

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ESTO NO ESTÁ SALIENDO TAL COMO PLANEÉ.

Contrario a lo que se esperaban, Maia fue bastante agradable, en lo que cabe, con Volkov, y si esto no era lo suficientemente extraño, todavía le dejó dicho que podía contactarse con ella por cualquier asunto. Horacio los miró con intriga de la mala, sospechaba algo, y es que de verdad nadie sacaba el buen humor de Maia, solo Otis, su pareja.

—No me parece que sea tan bruja —opinó Volkov y Horacio apretó los labios.

Algo traía entre manos esa arpía, y prefería salirse del radar, porque por más aprecio que pareciera tenerle, hacía cosas que le afectaban aunque ella creía que era lo contrario. Sacudió los hombros por el incipiente escalofrío que le acarició todita la espalda.

—Solo no te fies.

Se encontraban en el estacionamiento, a la espera de uno de los agentes que trairía un coche para patrullar por la ciudad, era algo rutinario, a veces ayudaban a los sheriff o a los policías del sur, aunque existía cierta rivalidad entre ambas potencias.

Volkov no sabía que antes de él era Collins el que le mantenía más o menos a flote. Así que por ahora se admiraba de cuán alto había escalado por sí solo, aunque la razón fuese Gustabo.

Todos sabían que estaba muerto, solo faltaba la evidencia. Y Horacio era el único que no lo aceptaba.

Finalmente el coche llegó, el agente Blake solía ser tan efectivo como cualquier otro, pero Horacio sentía un favoritismo indescriptible, lo atribuía a su gran parecido con el antiguo compañero Willy Walker.

—Buen día, Hache —le dijo en cuanto bajó del coche y miró escéptico a Volkov.

—Es el ex comisario —Lo presenta de inmediato—, se integrará al buró federal.

—Mucho gusto, agente Ryan Blake —Estiró la mano para saludarle, Volkov lo saludo de vuelta.

Nunca había oído del ex comisario, ni sabía que Horacio se llevase bien con los policías, que últimamente estaban con el estira y afloja de lo que le competía o no a cada departamento.

Se acomodaron en un coche listísimos para inciar el patrullaje de rutina, al principio todos iban en silencio, hasta que Horacio soltó una risilla que llamó la atención totalmente.

—Es que es gracioso —confesó—, nunca imaginé ir con ustedes dos en el mismo coche.

—La verdad, Hache, yo tampoco —contestó Blake sonriente, que era el conductor. Volkov solo sonrió. Él tampoco esperaba esto, sin embargo no se quejaba.

Durante el patrullaje Volkov demostró su capacitación de años en la policía, se mostró disciplinado, serio, y que sabía lo que hacía, algunas cosas eran levemente diferentes pero parecía adaptarse inmediatamente.

Horacio estaba encantado, se sentía en las nubes cada vez que Volkov le pedía instrucciones, cuando él mismo tomaba la iniciativa para algo, cualquier cosa ya ganaba su atención y le llenaba de entusiasmo.

Así finalizó el día y con él la rutina, Horacio terminaba de guardar su uniforme cuando recibió un mensaje de Maia, quería verlo, hizo una mueca mientras cerraba el locker.

—Volkov, ¿podrías adelantarte al coche y esperarme en la entrada?

—Por supuesto.

Fue a la sala de reuniones para darse cuenta de que no había nadie, esperó cinco minutos hasta deducir que no iría, solo lo llamó para nada.

Bajó al estacionamiento cabreado, suficiente tenía con sus cosas como para que Maia se pusiera a jugar con él. Entonces notó que Volkov no estaba.

—¿Volkov? —llama dubitativo por la radio.

Volvió a su piso con mal sabor de boca, ¿se fue así sin más? Blake, que fue el único que contestó por radio, le dijo que lo vio entrar al ascensor y solo eso. Esperaba que estuviera en casa, pero todo lo contrario, las luces estaban apagadas y la puerta principal asegurada. Ni para qué buscarlo. Sabrá dios dónde quedó.

Volkov no tenía malas intenciones, sí se había adelantado para ir por el coche, solo que nunca llegó al estacionamiento, bajó del ascensor y parecía que Maia lo esperaba a dos pasos de la puerta.

—Buenas noches, agente Volkov —saluda con su voz escandalosa. Al lado de ella hay un hombre con traje que no se mueve, si no fuese por sus parpadeos asumiría que es un maniquí.

—Buenas noches, Maia —contesta cortes pasando por un lado.

—Escucha, Volkov, justamente hablaba con Otis, este hombre a mi lado —Señala al trajeado—, sobre tu primer día, y pensamos en hacer una cena de bienvenida, ¿qué opinas?

Le seguía lo pasos de cerca, Viktor se sintió intimidado por la presencia de esa mujer e inevitablemente se puso alerta.

—No es necesario, señora. Yo no estoy aquí para esto.

—Lo sé, lo sé, pero la verdad es que le dije esto a mi querido Horacio y le hizo bastante ilusión —Lo estaba logrando, pues Viktor le puso atención ahora sí—, dijo que te dejaría adelantarte para llevarte un detalle.

¿De verdad era una cena especial?

Antes y después de ti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora