Cuando ambos agentes despertaron al día siguiente, luego de más de 8 horas de sueño reparador e ininterrumpido, para ninguno representó una sorpresa el encontrarse durmiendo en la misma cama, prácticamente abrazados, como si fuera rutina de todos los días.
No lo era pero, entonces, ¿por qué se sentía como tal? ¿por qué sentían que pertenecían a los brazos del otro? ¿que estaban destinados a estar juntos?
¿que, quizá y solo quizá, podría existir un futuro alterno donde ambos hubiesen dado el primer paso para ser felices?
A Natasha aquellos pensamientos la aterrorizaron, el pensar en todo lo que podría perder si se arriesgaba a tener algo serio, algo solido, con el arquero. Le habían enseñado que el amor era para niños y, aunque Barton actuase como uno, ella estaba muy lejos de considerarse inocente, ingenua y cualquier otro adjetivo que describiese la personalidad de un pequeño.
Tenía tanto miedo, no de salir herida, sino de lastimar a Barton en el proceso. De decepcionarlo, de fallarle, y, lo peor de todo, de ponerlo en peligro por haberse atrevido a enamorarse de él y convertirlo, así, en debilidad.
Alguien podría usarlo en su contra ¿Loki no le había enseñado eso?
Por su parte, Barton se encontraba experimentando todo lo contrario. El temor, el dolor, la ira, fueron reemplazados por aquella autentica y característica paz que solo Natasha Romanoff podía brindarle.
Le gustaba fingir que, tan solo por un segundo, por un día o medio, tenía una vida común y corriente, normal, junto a la que era el amor de su vida.
Quería engañarse a si mismo, aparentar que el Dios del Engaño nunca había jugado con su mente ni lo había empujado a enfrentarse con la Viuda Negra, a casi acabar con ella. Quería mentirse a si mismo, convencerse sobre que no había matado a varios de sus colegas y amigos, que la muerte de Phill Coulson no era culpa suya por haber permitido el acceso de Laufeyson a la base, que no había traicionado la confianza de la pelirroja al contarle todos sus secretos al hermano de Thor.
Quería fingir que se encontraba viviendo la vida de alguien más.
De alguien feliz.
Y eso estaba haciendo allí acostado junto a Natasha Romanoff, respirando en su cuello y sintiendo, tan solo con la punta de su nariz, los latidos del corazón contrario donde la vena yugular daba sus señales de vida.
Sentirla a su lado, viva, lo ayudaba a encontrar paz y darle algo de descanso a sus propios demonios, aquellos que lo acusaban de haber matado a su mejor amiga, aunque no fuese cierto.
Natasha Romanoff podía sentir la respiración tranquila del rubio contra su cuello. Sabía que este no se encontraba dormido pero, a diferencia de tan solo horas atrás, finalmente podía presenciarlo relajado, no hiperventilando por un ataque de pánico como llevaba haciendo desde que Loki había irrumpido dentro de su mente para hacerla añicos.
La rusa podía disfrutar de la mano contraria apoyada contra su estomago, las piernas enredadas entre si e, incluso, algo de saliva ya secándose sobre su hombro debido a la forma tan descuidada con la que solía dormir el hombre junto a ella.
A su vez el susodicho podía disfrutar de suaves caricias dedicadas a su cabello y, luego, bajando hacía su hombro.
Aquello lo sobresaltó.
—No lo hagas... —soltó con voz más ronca de lo habitual y algo más que la pelirroja fue incapaz de descifrar. Un temblor que, deseó, no asociar a una suplica desesperada de parte del más alto.
—¿Hacer qué cosa? —preguntó con aparente inocencia, su voz también algo ronca debido a no haberla usado desde hace horas.
—Tratar de curarme. —acusó, dejando al descubierto nuevamente aquel temblor que Natasha comenzaba a asociar, más bien, a una autentica derrota.
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➵I have the control➵
FanfictionEl sexto parecía haber perdido todo aquello en lo que creía. ¿Podrá, al igual que New York, recuperarse y seguir adelante? ⚠️Clasificado como "maduro" por tener fuertes menciones sobre autolesiones y suicidio ⚠️