🌃All I've got tonight🌃

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Veintisiete: el recuento de muertes producidas durante su control mental bajo el Dios del Engaño. Veintisiete compañeros de trabajo, algunos a los que consideraba amigos. Veintisiete nombres más agregados a su libro mayor.

¿Lo peor de aquella situación? ¿La razón que tan consumido en culpa lo tenía?

A él únicamente le importaba una: Phill Coulson.

Pero este se había ido.

Sus amigos de SHIELD se convirtieron en enemigos y, bruscamente, se vio envuelto en la misma situación en la que se encontró el primer día que puso un pie dentro de la organización décadas atrás: estaba solo e incapaz de sentirse parte en aquel lugar, útil para su trabajo.

Y, en esta ocasión, no habría Phill Coulson que lo rescatase de sus peores demonios. Que le brindase una familia.

Ahora Barton se encontraba solo nuevamente, o eso es lo que tanto había intentado conseguir. Es más sencillo estar por tu cuenta, que constantemente decepcionando a la persona que dices amar con locura. 

Porque, vamos, ¿acaso solo él había notado como Natasha Romanoff estaba convirtiéndose en una nueva versión de su antiguo manejador?   

Él no se resistió. Tenía que sacarlo de su cabeza.

—Tasha... —ella había caído dormida en sus brazos, horas atrás. Él, por su parte, no había podido pegar el ojo ni por un segundo. 

Pero verla abrazada a su pecho le trajo paz.

—¿Si, Clint? —su voz sonó ronca y todavía algo apagada. Pero ella se esforzó por despabilarse para centrar toda su atención en él. Despegó su rostro de su cuello y se obligó a verlo a los ojos.

—Tengo miedo de perderte... siempre lo he tenido y siempre lo tendré. Creí que, al alejarte, no te perdería. Pero me dolió tenerte lejos. Aprendí de aquel error que casi nos cuesta la vida —porque mi suicidio hubiese implicado tu muerte en vida, se ahorró decir —pero aún... asusta. 

Ella no respondió. Por lo menos no de inmediato. Ella también temía perderlo. Ella no podía perderlo. 

Ni antes, ni ahora, ni nunca. 

—Aterra la idea de necesitarnos mutuamente, porque al perdernos quedaríamos devastados, incompletos. 

Lo necesitaba. Nunca lo admitiría en voz alta, porque al diablo si necesitaba a alguien para sobrevivir, pero era su pequeño secreto el saber que no sobreviviría sin él. 

Logró que valiera la pena atravesar el infierno por el que ella pasó. Porque, al final de aquel infierno, estaba él.

—Así me sentí al perder a Phill, Nat...

La oración quedó atascada en algún recuerdo particularmente doloroso que pareció paralizar al rubio: imágenes de un funeral, con él observando desde la distancia y la pelirroja a su lado, mientras todos los presentes le atacaban con miradas llenas de odio. Natasha nunca había soltado su mano. El funeral había sido a ataúd cerrado, imposibilitándoles aquel cierre que ambos tanto habían necesitado. Que todavía necesitaban. No pudieron despedirse de Phill, ayudarse con la idea de que él se encontraba realmente muerto. Que ya no volvería.

Natasha tampoco soltaba su mano ahora.

—Durante mi peor momento, cuanto todo se puso difícil, cuando quise rendirme y huir, Phill estuvo ahí para mi. Él me aseguró que SHIELD era mi hogar, aunque aún no lo sintiera así. Él me prometió seguridad y estabilidad... y él cumplió. Durante una misión bastante complicada, cuando mis propios compañeros me dieron la espalda y me dejaron librado a mi suerte, Phill vino por mi. Nunca le pregunté cómo me encontró. Preferí pensar qué él se había preocupado lo suficiente por mi como para rescatarme, en lugar de que SHIELD hubiese colocado rastreadores en mi ropa para evitar que escapara de ellos. ¿Se te hace familiar aquel sentimiento?

➵I have the control➵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora