Eve
Un sábado cualquiera en La Luz habría sido así:
Mi madre y yo siempre teníamos la tradición de levantarnos pronto e ir juntas a dar un paseo por el rango tres, donde está en el instituto. Al lado hay un precioso bosque donde hacíamos rutas de varios kilómetros y aprovechábamos para ponernos al día de lo que había pasado en nuestra vida esa semana. Yo tenía horarios muy complicados en el instituto y había veces que solo coincidíamos durante la hora de cenar, pero estaba tan cansada que no tenía ganas de hablar con nadie así que los sábados era el día perfecto para hacer eso. Luego volvíamos y sobre las nueve y media desayunábamos en nuestro restaurante favorito, que estaba en el último piso de un precioso rascacielo cerca de casa. Al volver a casa nos duchábamos y volvíamos a salir para comprar comida para el resto de la semana. Sinceramente, era mi hobby favorito. Luego comíamos en un restaurante de una amiga de mi madre nuestro plato de pasta favorito y pasábamos toda la tarde de compras. Sobre las siete Alan pasaba a recogerme para ir a su casa, cenar pizza y ver una película, a veces salíamos de fiesta, pero Alan solía salir ya los viernes.
Y ese era mi día. El único que me dejaban saltarme la estricta dieta que me ponían en el instituto para ser exploradora.
Me levanto sobre las siete y media de la mañana. Me gusta levantarme pronto y aprovechar el día. Pero quien no creo que lo haga es Axel, que ha llegado a las seis de la mañana de su fabulosa fiesta. La verdad es que no sé si venía borracho, pero sí que se le ha caído varias veces el teléfono. No quiero achacar su borrachera a su mal de amores, pero espero que no pague sus frustraciones con el alcohol.
Al menos no ha llegado a las cuatro de la mañana, porque me había desvelado y me habría cabreado bastante. Odio que me despierten.
Aprovecho para darme una ducha sin prisas y arreglarme hasta que el reloj marca las nueve de la mañana. Me tiro mucho rato en la cama, pensando y sobretodo viendo cómo el cielo se torna de un precioso color azul. Me pongo unos vaqueros blancos y una camiseta con escote cuadrado de punto del mismo color. Salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina. Sorprendentemente, no hay nadie y puedo escuchar hasta el sonido de los pájaros cantando. Miro sobre los grandes ventanales de la cocina y veo que el día está perfectamente soleado. A pesar del frío no llueve. Algo que me alivia bastante, porque si estuviese lloviendo sería un gran palo para mi salud mental.
Decido hacer el desayuno para toda la familia. Siempre me lo han hecho así que creo que yo les debo una. Preparo la mesa con los cubiertos negros y dorados, perfectamente tallados, y me pongo a hacer un zumo de frutas, siguiendo las instrucciones que me ha dado mi tía, no quiero intoxicar a nadie. También preparo algo de pan tostado con un poco de tomate y aceite. Me gusta cocinar, no es que sea una experta, pero me tranquiliza hacerlo totalmente en silencio. Todo esto me lleva al menos una media hora larga cuando mi padre y mi tía bajan por las escaleras.
—Eve... —Levanto mi mirada cuando dejo la última rebanada de pan en la mesa. —¿Pero...? Eivian, has creado a un ángel. —Dice acercándose a la mesa y abrazándome. —Huele genial.
—Es lo que siempre haces. —Río. Mi tía rueda los ojos.
—Cielo, tú lo has hecho con amor.
—Que rico. —Dice mi padre mientras me da un beso en la mejilla. —Gracias cariño. —Sonrío. —¿Deberíamos esperar a Axel?
—Debería despertarle. —Suspira mi tía. —Este chico me envejecerá más pronto de lo normal y odio las arrugas. —Su tono irónico hace que me ría y observo como se va hacia las escaleras con su vestido negro largo.
—Ha legado tarde. —Afirma mi padre.
—Solo un poco. —Intento quitarle un poco de importancia al asunto.
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The Hole
Science FictionEn la tierra, un lugar totalmente dividido entre La Oscuridad y La Luz, Eve descubre un gran secreto que le obliga a replantearse su vida de la noche a la mañana.