Capítulo 4

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—Omega…

Lisa soltó esa palabra en un gruñido bajo y grave que hizo que el temblor en el cuerpo de Jennie se hiciera más notable.

Sus piernas no le respondían correctamente y el dolor que le provocaba el celo le hacía todo más difícil. Sumándole a eso el hecho de que ahora estaba en presencia de una verdadera alfa que hacía que su lobo interior aullara de emoción y se retorciera tratando de tomar el control de la situación y obtener la atención del lobo de la rubia, por mucho que ella misma odiara esa idea.

Estaba en la peor de las situaciones, con su secreto claramente revelado y a merced de una alfa que podía perder el control tanto como ella. Pero no estaba decidida a rendirse aún, ella no era así, debía arreglar aquello de alguna forma.

—Manoban…e-esto no es lo que piensas, yo solo estoy tra… – el nerviosismo y desesperación en su rota voz eran evidentes –Olvídalo, mejor sal de aquí, ¡a-ahora!

—Cállate. – la actitud de la alfa la descolocó por un momento, haciendo que la mirara confundida y luego algo horrorizada al ver que los colmillos de la misma se asomaban un poco – Será mejor que ni hables, pues estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por controlarme ahora mismo, Kim.

La alfa caminó hacia la contraria, recogiendo todas las cosas que aún quedaban sobre el escritorio y metiéndolas a su mochila, para luego dársela a Jennie que todavía se mantenía en el suelo sin entender nada. Lisa se quitó la chaqueta del uniforme y se la tiró por encima de la cabeza a la pelinegra, tapándola así con esta.

— ¡Oye! ¡¿Qué se supone que haces?! – la omega no podía entender nada de lo que pasaba por la mente de la otra, y sinceramente sentía algo de miedo.

—Presidenta Kim, pedí silencio antes. – la rubia sacó su celular del bolsillo de su pantalón y marcó rápidamente al alguien – Hey, soy yo, ¿ya estás en camino? Perfecto, tienes 5 minutos para llegar. – dicho esto colgó sin esperar realmente una respuesta.

La rubia se agachó entonces y levantó el cuerpo de la más baja entre sus brazos, la cual aún tenía su rostro y cabeza cubiertos por su chaqueta.

—Saldremos de aquí, mantente tranquila y tapada en todo el camino. No entiendo muy bien aún que es lo que pasa pero estoy seguro de que no quieres que nadie te vea. – advirtió ante lo cual la pelinegra solo pudo asentir sin poder hacer mucho más, odiaba sentirse tan vulnerable ahora mismo.

Lisa abrió la puerta del salón y asomó su cabeza a ambos lados primero fijándose de que no hubiera nadie por allí en ese momento. Al asegurarse salió disparada con la omega entre sus brazos hacia la salida de la escuela, bajó las escaleras casi corriendo hasta al fin llegar a la puerta principal.

Como ya era bastante tarde y muchos ya se habían ido o estaban en sus clubes solo se habían topado con un par de estudiantes que la habían mirado algo raro, pero nada más allá de eso. Estaba segura que nadie había reconocido a la Presidenta, o eso creía ella.

Sin más demora caminó en dirección a un lujoso auto negro con vidrios polarizados que había acabado de estacionarse frente al lugar. Abrió la puerta del asiento trasero y metió allí a Jennie, para luego entrar ella y sentarse a su lado.

—A la casa. Ahora. – su tono de voz era serio y firme, a lo que el conductor solo asintió y arrancó sin perder más tiempo.

Jennie no entendía nada, quitó la chaqueta de su cabeza. ¿Había dicho a casa? ¿Irían a su casa o a casa de Lisa? No, no, Lisa no sabía dónde ella vivía, pero entonces, ¿por qué la llevaba a su casa?

Ya no sabía nada, y cada vez podía pensar con menos claridad, las punzadas en su abdomen bajo lo tenían retorciéndose y el lubricante que salía de su entrada era cada vez más abundante, manchando su ropa interior y pantalones.

¡La presidenta del Consejo Estudiantil es una omega! || Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora