Capítulo 7. Tragedia en Grdelica

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(PoV de Vuk)
12 de abril

Me desperté aquella mañana con un mal presentimiento, pero con optimismo. Me preparé el desayuno, y cuando terminé, llamé a Sčepan, decidido a dar una vuelta en bicicleta por el territorio de lo que quedaba de Yugoslavia. Metí un par de manzanas en la mochila y una botella de agua. Miré de reojo mi radio portátil, y finalmente decidí meterla también.

Sčepan y yo estuvimos recorriendo las carreteras yugoslavas, hablando con la gente de los pueblos por los que pasábamos. Pasada la ciudad de Leskovac, decidimos acercarnos al río Morava y seguir su recorrido. Aunque hacía sol, el viento era helado, y al cabo de un rato, tuvimos que pararnos al borde del río bajo un árbol para protegernos. Decidí sacar las dos manzanas para comer algo.

—Qué día tan tranquilo, ¿no? Para ser lunes, digo —comentó Sčepan, divertido, tumbándose sobre la hierba con la cabeza apoyada en su casco. Le dio un mordisco a su manzana, después de limpiarla un poco con la manga de su jersey.

—La verdad es que sí —dije, apoyándose en el árbol. Limpié la manzana con la mano.— Yo me había llevado la radio para ver si ocurría algo, pero parece ser que está todo en...

Un leve zumbido que venía de mi mochila le hizo interrumpirse. Abrí la mochila, y vi que era la radio que me había traído.

—No, si es que para qué diré nada ... —se me escapó un resoplido entre indignado y cansado.

Cogí la radio con fastidio y subí la antena, con cuidado de no romperla, para sintonizar la frecuencia de la emisora. Sčepan se incorporó y se acercó a mí. Cuando la radio captó la señal, las noticias que emitió rompieron por completo con el buen ambiente de la mañana, y ambos sentimos que la temperatura disminuía hasta bajo cero.

"Informan de un ataque aéreo de dos misiles contra un tren de pasajeros mientras cruzaba sobre un puente del Río Morava, cerca de la localidad de Grdelica. El avión atacante ha sido un F-15E de la OTAN. Se confirman ya varios heridos y al menos un fallecido ... "

Apagué la radio, sintiendo lágrimas resbalar por mis mejillas. No podía dar crédito a lo que estaba oyendo. No quería creerlo. Y menos lo último que había escuchado. Dejé la radio en el suelo, y hundí la cara en mis rodillas, intentando contener el llanto sin éxito. Sčepan se acercó a mí, y me puso una mano sobre el hombro, temblorosa, y también con lágrimas en los ojos, intentando consolarme, en vano.

—Vuk ... Vuk, tenemos que avisar a Arisha ... —me susurró, dándome un leve toque en el hombro. Alcé la mirada y me limpié las mejillas, sin demasiado éxito. Me volví hacia Sčepan, que tenía el mismo rubor que yo.

—T-Tienes razón ... Vamos ...

Nos ayudamos mutuamente para levantarnos, recogimos todas nuestras cosas, y regresamos a nuestras bicicletas. Pedaleamos unos pocos metros hasta que encontramos una gasolinera de carretera, que tenía una cabina telefónica. Sčepan se quedó fuera cuidando de las bicis, mientras entré en la cabina, para llamar a mi hermana. Apenas podía marcar el número de lo mucho que me temblaban las manos, pero no me di por vencido. Esperé durante largo rato, temiendo que Arisha estuviera ocupada y no oyera la llamada.

—Hola ... ¿Con quién hablo? —oí al fin la voz de Arisha al otro lado de la línea.

Se me había olvidado que no llamaba desde el teléfono habitual.

—Soy ... Soy yo, Arisha ... —dije, intentando sonar lo más natural posible. Pero la voz me temblaba demasiado. Sentía un nudo en la garganta.

Privet, Vuk ... —se quedó callada un momento, pero no tardó en volver a hablarme.— ¿Va todo bien, hermanito?

Se me anegaron los ojos de lágrimas, y, pese a que traté de respirar hondo para contenerlas, no fui capaz.

—Ha ... Ha habido un ataque ... contra un tren de pasajeros ... en Grdelica ... —le expliqué, con la voz entrecortada por el llanto.

Hubo un momento de silencio, muy breve.

Nyet ... No es posible ... Pero si el alto el fuego no termina hasta la semana que viene ... —respondió Arisha, en un tono en el que adivinaba su enfado y preocupación.

—Eso ... Eso han dicho en la radio ...

Sentía que la voz no me funcionaba, cada vez más mareado.

—Iré inmediatamente con un equipo de rescate —me dijo Arisha, con calma.— Espérame allí. En seguida estoy contigo.

La llamada se terminó, y volví a dejar despacio el teléfono en su sitio. Salí despacio, de la cabina, apoyándome en el cristal de la misma, sintiendo que si no lo hacía podría caerme. Sčepan me puso una mano sobre el hombro, intentando consolarme. Levanté la mirada, y me limpié las mejillas. Sonreí débilmente y respiré hondo. Nos echamos las mochilas al hombro, volvimos a ponernos los cascos, y pedaleamos junto al borde del río Morava, hasta que, a unos pocos metros comenzamos a ver humo que salía de uno de los puentes. Habíamos llegado.

Antes de seguir avanzando, Sčepan se detuvo y esto me hizo detenerme a mí. Me bajé de mi bicicleta y me acerqué a mi hermano, quien movía la suya indeciso de adelante a detrás, nervioso.

—Sčepan, ¿estás bien? —le pregunté, poniéndole una mano en el hombro.

—T-Tengo miedo ... ¿Qué- Qué nos vamos a encontrar allí ... ? —murmuró, agachando la cabeza, y llevándose una mano a la mejilla.

Miré hacia el puente destruido, con humo saliendo de él. Ya se oían de lejos los sonidos de los camiones de bomberos, la policía y las ambulancias que llegaban para ayudar a los heridos y buscar supervivientes. Volví la vista de nuevo a Sčepan, y le hice una suave caricia en la mejilla, indicándole que me mirase.

—Vuelve a Viševać, y espérame allí —le sugerí, con una leve sonrisa.— No sé qué vamos a encontrar cuando lleguemos a Grdelica, pero no será bonito.

—Pero ... —fue a protestar el montenegrino.

—Pero nada. Sčepan, te agradezco mucho que me ayudes, pero no quiero verte sufrir.

Sčepan fue a disentir, pero finalmente me abrazó fuertemente, y luego los dos estuvimos largo rato despidiéndonos con la mano, hasta que el montenegrino desapareció en la distancia. Bajé la mano, y respiré hondo. Según avanzaba hacia el puente, los ojos se me iban anegando de lágrimas. Me sentía cada vez más mareado y que cada vez me costaba más avanzar en mi bicicleta manteniendo el equilibrio. Los llantos de las personas cercanas, las sirenas de los camiones de bomberos y las ambulancias, el crujir del tren destrozado ... todo era cada vez más intenso. Me tuve que bajar de la bicicleta e irla empujando lo que me quedaba del trayecto porque las fuerzas me empezaron a fallar y pensé que me iba a caer de verdad.

Cuando estuve junto al puente atacado, y el tren destrozado, la gente corriendo de un lado a otro, los bomberos buscando los cuerpos de las víctimas, los médicos tratando en vano de calmar a la gente de la localidad que se había acercado a ayudar y habían acabado llorando, las ambulancias que iban y venían ... se me cayó la bicicleta de las manos, y me dejé caer de rodillas junto a ella. Me llevé las manos a los ojos, y rompí a llorar desconsoladamente. Lo peor era no saber por qué, ¿por qué aquel ataque? ¿Tan mal estaba gestionando la tregua? ¿Tan malo era que quisiera solucionar las cosas con Dhimitër? ¿Por qué el ataque contra un tren repleto de gente inocente, y no contra una de mis bases militares estratégicas?

1999: El Fin del MilenioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora