Capítulo 12. DiPLOMacia

48 1 0
                                    

(PoV de Arisha)
5 de mayo

Vuk y yo nos hemos levantado temprano. Vuk no podía volver con su ejército, porque en la batalla aérea sobre Valjevo se torció la muñeca y no podía combatir con un brazo en cabestrillo. Así que se ha unido a los equipos de bomberos para ayudar a su pueblo a ponerse a salvo de las bombas. Las antiaéreas llevan ya unas horas sin sonar. Hasta hemos podido venir al Parque Tasmajdan, sentarnos en un banco junto a la Iglesia de San Marcos y descansar. Vuk se ha puesto a jugar con una pelota de goma con su escudo dibujado. Alek nos había ofrecido a Vuk y a mí un cigarrillo. No suelo fumar, pero al final he aceptado, sólo porque necesitaba algo con lo que desestresarme.

—Hermana mayor... —oí que me llamaba Vuk.

Me volví. Vuk apretaba despacio la pelota de goma entre sus dedos. Levantó la mirada, y se apoyó en mi hombro. Sonreía, pero sólo ligeramente.

—Dime.

—Estaba pensando en la reunión de Rambouillet... —comentó, jugando con la pelota en sus manos.

—¿Qué ocurre, Vuk?

—¿Por qué Jones la ha tomado conmigo? ¿Qué le importa lo que ocurra en los Balcanes?

—Le importa que quieras ser libre.

—¿Pero no se supone que el pindo defiende la libertad? —Vuk tiró la pelota con fuerza lejos de él, de mal humor. Un ligero rubor apareció en sus mejillas.

—Defiende su libertad de hacer con el mundo lo que le dé la gana —respondí, poniéndole una mano por encima del hombro.— Los demás no le importamos tanto.

—Supongo que entonces para Jones no soy más que un obstáculo para su imperio del mal... —suspiró Vuk, con tristeza, apoyándose en mi hombro.

Iba a responderle que así era, al menos más o menos, porque empezaba a sospechar que, de algún modo u otro, Alfred ya intuía que Vuk y yo estábamos relacionados, y aquella intensificación de los ataques se debía a que además de hacerle daño a él, quería hacerme daño a mí. Pero como no estaba segura, decidí no decir nada.

Tampoco me habría dado tiempo, porque en ese momento volvieron a sonar las antiaéreas, haciendo que todos nos levantásemos de golpe.

—Vienen del sur de la ciudad —me informó Alek, elevando el tono para hacerse oír por encima del ruido de las alarmas.— Vamos, no podemos perder ni un minuto.

12:30 de la tarde

Los occidentales han destruido otro puente. No hemos podido sacar a todo el mundo de allí antes de que cayera, por desgracia, pero al menos sí a la mayoría. El puente estaba cerca de dónde está la embajada china, y Vuk y yo nos reencontramos allí.

—Juraría que cada vez son más intensos... —murmuró Vuk, haciendo botar la pelota de goma contra el suelo. Se notaba que con rabia.

—El pindo es así, cuando no puede contra alguien en el campo militar, recurre a tomarla con los civiles —respondí, tras un suspiro cansado.— Que se lo pregunten a Lien.

—La gaseó con agente naranja, el muy cerdo —Vuk tiró la pelota de goma con todas sus fuerzas al otro lado de la calle, enfadado.— Como me haga eso a mí, cuando me lo encuentre cara a cara, no sé lo que le hago...

No me olvidaba de la sospecha de Athene sobre la posibilidad de que Alfred estuviera usando armamento prohibido por la ley internacional. Y es que Jones es capaz de cualquier cosa, esté o no esté perdiendo. Ya le tiró dos bombas atómicas sobre Japón, a pesar de que Hiro ya estaba planeando su rendición y de que tenía un acuerdo conmigo para repetir la jugada de la pinza que habíamos hecho contra Alemania.

—Espero que no llegue a esos niveles —le dije, preocupada, poniéndole una mano sobre el hombro.— Recuerda que Lien tiene que tomar medicamentos todas las noches debido a la intoxicación...

Vuk se recostó en mi regazo, y sentí que estaba cansado. No me atreví a contarle las sospechas de Athene, porque aún no teníamos pruebas. Estaba a la espera de que Liu consiguiera que la OPAQ mandara un equipo de investigación. Si en efecto Alfred estaba usando ese tipo de armas, seguro que habían dejado un rastro.

1999: El Fin del MilenioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora